La amable Jamaica
La suave cadencia del reggae calentó una de las noches más frías del año en Madrid, aunque no con la contundencia y el contenido que al rico ritmo jamaicano se le supone. UB40, que plantea su música desde las estructuras básicas y más reconocibles del reggae, no es lo que se dice una banda auténtica de ese género. Y no porque no lo practique hace años, que lleva más de 20; tampoco porque no haya legado grandes canciones a la cultura popular; y menos porque no sean sus miembros nativos de la sugerente y conflictiva Jamaica, que el origen es lo de menos. No es una auténtica banda de reggae simplemente porque a éste lo utiliza como disculpa para construir ampulosas canciones que responden más a los inamovibles estándares del pop que a la filosofía de una música que nació y se hizo grande por lo que tenía -y tiene- de reivindicativa.
UB40
Ali Campbell: voz y guitarra; Astro: pandereta y coros; Earl Falconer: bajo y teclados; Brian Travers: saxo; James Brown: batería; Norman Lamont: percusión; Robin Campbell: guitarra y coros; Michael Virtue: teclados; La Riviera, Madrid, 3 de diciembre de 2001.
Aunque el origen de UB40 está en los barrios obreros de la ciudad inglesa de Birmingham (su nombre viene del modelo oficial de instancia para apuntarse al subsidio de desempleo), puede decirse que han acomodado sus gustos a los de una mayoría amable que no quiere complicaciones. Algo así como la dulce Jamaica para turistas. Y eso va mucho más allá de los tópicos que dicen que UB40 hace reggae para blancos; o reggae diferente, como ellos mismos declaran.
No vale que, para parecer combativos, sobre su concierto planeen luminosas hojitas de marihuana, ni que en algunos pasajes tiren de rocksteady o raggamuffin. Tampoco que unos días antes regalaran condones con su último disco, Cover up, en solidaridad con el Día Mundial del Sida. Pero, eso sí, por muy descafeinado que sea, el reggae que elabora UB40 funciona como una máquina bien engrasada que conecta enseguida con la gente que va a verlos. Y ahí no hay ninguna pega. Resulta pasmoso ver cómo buena parte del público, que casi llenó la sala, baila suavecito todo y corea con ellos temas de su reciente Rudie, Sparkle of my eyes o Cover up con el mismo entusiasmo que sus viejos éxitos. Por supuesto, se lleva la palma ese clásico Red red wine que no ha dejado de sonar en muchos años.
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