Una intraconversación

ESTE LIBRO en el que la periodista (y filósofa) María Luisa Blanco ha reunido sus Conversaciones con António Lobo Antunes es el resultado primero de una admiración, una fascinación después y una amistad al final, y todo ello engranado en poco menos de un año de viajes y diálogos entre Madrid y Lisboa, elaborados por lo que se ve, con todo rigor, disciplina y austeridad por ambas partes, y una seriedad casi sistemática a lo largo de todas las jornadas de trabajo. António Lobo Antunes no es un personaje fácil, ni demasiado sencillo, es un hombre retraído, de pocos aunque buenos amigos, escandalosamente bien educado y cortés, sordo, absorto en su trabajo de manera disciplinada y absorbente, refugiado en una vida familiar que tampoco le ha resultado demasiado sencilla, de padres liberales, austeros y muy estrictos, de estirpe aristocrática y conservadora, con una vida en un principio agitada, pues escribiendo desde su infancia se hizo médico psiquiatra, sirvió en Angola, se hizo comunista, se apartó de la política, fue buen amigo del líder de la Revolución comandante Melo Antunes y del novelista José Cardoso Pires, viudo de su primera esposa, con la que tuvo dos hijas a cuya sombra sigue viviendo y padre de una tercera, de cuya otra madre y esposa no habla jamás. No esperen en este libro -el primero que se le dedica en el mundo- unas conversaciones al uso, ni biografía, ni cronología, ni bibliografía, ni chismes, ni rumores, ni escándalos al uso. A María Luisa Blanco le fascina el António Lobo (estepario o solitario) Antunes forzado de la escritura, el buceador profundo de los inframotivos del alma, más unamuniano (de su 'intrahistoria', recuerden) que otra cosa, y uno de los mejores narradores de historias del mundo, historias que nacen de la negrura, brillando a la luz al final como joyas deslumbrantes.