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Crítica:DORMIR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vistas contra el estrés

HOTEL CASTELAR, un angosto edificio sobre la bahía de Santander con servicios de talasoterapia

Si no fuera porque otro hotel en Granada le supera, el Castelar merecería figurar en el Guinness de los récords por su estrechura. La fachada toma la forma de un pitillo entre los edificios que jalonan el Puerto Chico, muy cerca de donde se alza el Palacio de Festivales, frente a la bahía de Santander. Sus 43 habitaciones se distribuyen a lo largo de nueve pisos, el último de los cuales alberga el restaurante, cerrado herméticamente por unos ventanales panorámicos desde los que se domina el mar.

La renovación de las instalaciones, no hace un lustro, ha dejado paredes y vigas a la vista, además de asegurar una adecuada insonorización; circunstancia digna de valoración mientras duren las obras de un aparcamiento subterráneo, justo frente al hotel. Avisando de su llegada, el viajero motorizado sólo tiene que dar las llaves; un empleado se ocupa de conducir el coche hasta un garaje próximo.

A enfilaciones de tiralíneas, los dormitorios se superponen en el estrecho margen que les permite el edificio. Todo en su interior, bien apretado: la mesa, las sillas y la cama de matrimonio, en tonalidades azules que recuerdan la presencia del mar. Un mueble cerrado esconde felizmente el televisor y la caja del minibar. Apenas queda un estrecho paso hasta una galería acristalada. Visto lo cual, si hay que decantarse por alguno, en los pisos altos están situados los panorámicos.

Pero la verdadera guinda del hotel radica en las dos primeras plantas, convertidas en un balneario de talasoterapia bajo supervisión médica y servicios de cierto lujo. Entre los diversos tratamientos que se ofrecen, vale la pena probar el watsu, un baño relajante en una piscina de agua salada, y, sobre todo, la sesión de relax tónico y pausa antiestrés en sillones calientes de gresite blanco, admirando en toda su plenitud la bahía de Santander.

ALREDEDORES

A LO LARGO de la fachada marítima se suceden los inmuebles clásicos que diseñara en el siglo XVIII el arquitecto Llovet, en el paseo de Pereda, así como el Puerto Chico y el novísimo Palacio de Festivales, sede de conciertos y eventos artísticos de renombre internacional. Ciudad adentro es irrenunciable la visita de la plaza Porticada y su entorno oficial. En el lado opuesto se alinea la playa del Sardinero, frente a la cual aparecen los jardines de Piquío y el monumental casino. Entre ambos, en una península proa al mar, se encuentra el palacio de la Magdalena, sede estival de la Universidad Menéndez Pelayo.

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