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Columna
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Boda

Entre dimes y diretes, preocupados por las bodas del rey de Marruecos, el príncipe de España y las profesoras de religión castigadas por los obispos, se nos ha venido encima el enlace político-matrimonial de Aznar y Berlusconi. Casi no hemos tenido tiempo para arreglarnos, limpiar las calles, suavizar los atascos de tráfico y elegir los atuendos especiales (chilabas, Turbantes, burkas, etcétera). Pero, en fin, hemos aprovechado la ocasión. Como las ciudades son mucho más que un conjunto de semáforos, casas y rencores, a veces podemos apoyarnos en su historia y convertirlas en símbolos. En una operación de marcadísima sutileza intelectual, Granada fue elegida para acoger el abrazo de Aznar y Berlusconi. ¿Supongo que ustedes lo captaron? La Alhambra, el pasado árabe, la situación militar de nuestras noticias, el diálogo de culturas, la foto en el Patio de los Leones..., somos todos hermanos. Berlusconi pudo afirmar que Roma y Granada son las dos ciudades del mundo con un patrimonio histórico más importante, y así tranquilizó su conciencia y olvidó aquellas declaraciones tan sinceras sobre las insuficiencias de la tradición oriental. Parece que los políticos europeos de hoy tienen un Maquiavelo de bolsillo, juguetón y vestido de tuno, que les compone la imagen pública con una desenvoltura de show televisivo. Más que obras de arte clásicas, nuestros gobiernos parecen un cuadro naïf que confunde los secretos de Estado con los regalos sorpresa de los huevos kinder.

Las familias suelen animar los banquetes de bodas con opiniones sobre las virtudes y los defectos de los novios. Es la entrañable cantinela de ella vale más que él o él resulta mucho mejor partido que ella. En este caso podemos afirmar que el nuestro es mucho mejor que el suyo, porque Aznar, al lado de Berlusconi, parece un estadista de primera magnitud. La política italiana está como para quedarse soltera, con demasiadas arrugas en su cara, en sus sueños y en sus cuentas bancarias. Pero esta alegría compleja de bailar con la más fea, este pequeño orgullo nacional, fue lo único positivo de la fiesta. Los cronistas sociales pudieron observar cómo los novios destrozaban la metáfora granadina igual que se destroza una tarta por culpa de los celos. Aznar y Berlusconi tienen inquietudes de cortesanos, porque los imperios suelen imponer las modas de la cortesanía. Cuando uno carece de poder propio, depende del poder real, y los ataques de celos y las histerias convierten la política en una geografía de vasallajes. El 'no te vayas, presidente' de Álvarez Cascos, recuerda mucho al 'déjame, Emperador, que mande mis soldados a Afganistán' de Aznar y Berlusconi. Son cortesanos, y tienen celos del valido inglés, y el desamor de Bush les deprime más que sus escándalos internos y sus problemas políticos. La vocación antimilitarista de los novios borró finalmente la Granada oriental de la Alhambra con la Granada imperial del Palacio de Carlos V. Aznar y Berlusconi se abrazaron en el viento bélico que recorre el mundo, poniendo en peligro los derechos humanos, los valores democráticos y las preocupaciones solidarios de los organismos internacionales. Armados hasta los dientes, se casaron por poderes con el Emperador.

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