El GPS sustituye al láser en el protagonismo de acciones bélicas
La guerra del Golfo fue la primera demostración pública de la precisión del armamento moderno. Las imágenes de las bombas cayendo sobre las tomas de ventilación de un fortín o entrando por la ventana dieron la vuelta al mundo. Dejando aparte la sensación de angustia asociada con toda esta destrucción, lo cierto es que pocos pudieron reprimir un sentimiento de asombro ante el alarde tecnológico.
La clave de esta exactitud casi quirúrgica estriba en el sistema de guiado que convierte a una bomba normal en una bomba inteligente. Eso implica el empleo de cámaras de televisión, el guiado por láser y -la última novedad- sensores GPS, lo que ya se ha dado en llamar también misiles geniales (brilliant missiles) para distinguirlas de las guiadas por láser.
Los primeros modelos de armas inteligentes se utilizaron en Vietnam, como alternativa a los brutales bombardeos masivos en alfombra. Aunque su eficacia estuvo en entredicho, el principio básico demostró ser viable y promovió el desarrollo de sistemas más avanzados, que son los que ahora ya se están utilizando.
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