Un torero bajo el diluvio

Si la corrida de Fermín Bohórquez hubiera tenido algo de fortaleza, hubiera sido una corrida de nota alta. Pero los seis toros eran unos inválidos desesperantes. Menos el sexto, que peleó con cierto estilo en un puyazo, el resto pasaron por el primer tercio como almas en pena. Nada más llegar al peto había orden de levantar la vara, de no castigar lo más mínimo. Así llegaron al tercio final pidiendo una muleta a media altura, cortando el viaje y sin resistir dos muletazos seguidos sin que midieran la arena. Una desesperación.

Con toda esa carga negativa, los toros de Bohórquez tuvieron una gran nobleza, bondad infinita, y un fondo de calidad innegable. Virtudes que quedaron emborronadas por su invalidez.

La actuación de Ángel de la Rosa fue impecable y sorprendente. Parecía llevar 50 corridas en el cuerpo, cuando su triste realidad señala que se estrenaba en la temporada. Sus dos faenas tuvieron, además de temple, sabor, aroma. Dio distancia cuando sus toros se lo pidieron, no los agobió, los dejó reposar y se los trajo hacia la muleta con una templanza digna de los mejores maestros.

Víctor Manuel Blázquez le cortó una meritoria oreja al quinto, cuya lidia transcurrió bajo el diluvio, truenos y relámpagos. No se arredró el valiente espada, que banderilleó con riesgo, y tampoco regateó esfuerzos por conseguir sacar partido positivo en medio de una estampa solanesca. Variado con el capote, a sus dos toros los recibió de rodillas, arriesgó en banderillas, sobre todo en el quinto, cuando el ruedo se había convertido en un auténtico barrizal.

Los dos toros de Vera estuvieron más por el suelo que de pie. No le dieron opción y su actuación pasó como de puntillas.

Feria del Pilar

En la quinta corrida de la Feria del Pilar, de Zaragoza, con más de tres cuartos de entrada, se lidiaron toros de Guardiola, desiguales de presencia y juego, informa Efe. Destacaron cuarto y sexto. El Molinero, palmas y ovación. Luis Miguel Encabo, vuelta y ovación. Rafael de Julia, silencio; aviso y oreja.