Pintaron bastos
Salió el quinto novillo y las peñas empezaron a desperezar el tedio. Hasta ese novillo, pocos motivos hubo para que la gente mostrara un semblante alegre. Había resaca de la triunfal tarde anterior y en esta quinta de abono pintaban bastos.
Saltó el último de la tarde a la arena y, de entrada, ni embestía ni hacía nada. Topaba, como si tuviera algún defecto en la vista. La gente comenzó a enfadarse pero cuando lo metieron en el caballo y empujó con gran violencia todo cambió. El novillo salió suelto del primer puyazo, cantando su condición de manso, pero volvió dos veces más y, entonces, lo masacraron. El picador de turno le tapó la salida y descargó toda su fuerza en el castigo, pero el novillo, que por hechuras era toro, acabó por derribar a jinete y montura.
Sepúlveda / Paulita, Marín, Bohórquez
Cinco novillos de Sepúlveda de Yeltes, bien presentados, justos de fuerzas y nobles; 5º, manso. Paulita: más de media delantera y dos descabellos (ovación y saludos); tres pinchazos -aviso- y estocada (ovación y saludos). Serafín Marín: más de media -aviso- y dos descabellos (ovación y saludos); dos pinchazos y estocada baja (palmas). El rejoneador Fermín Bohórquez: un rejón (división). Plaza de Algemesí, 26 de septiembre. 5ª corrida de feria. Lleno.
Pasó por banderillas el de Sepúlveda y se formó una verdadera capea en la que los banderilleros hicieron la suerte a una mano y a la media vuelta. El toro era el amo. El espectáculo, más grotesco que taurino, había despejado el aburrimiento. Antes de ese manso saltaron tres novillos con posibilidades. Con poca fuerza pero muy nobles.
Paulita no terminó de redondear sus faenas. Muy plástico, estuvo más pendiente de componer la figura que de mandar en las embestidas. A su primero, además, lo tuvo que cuidar con esmero y en su segundo se aceleró.
Serafín Marín estuvo estético en su primero, pero la falta de emoción que desprendía el novillo hizo que la faena no llegara a la gente. Con el manso que cerró plaza se estrelló, pues el novillo acabó absolutamente parado.
El rejoneador Fermín Bohórquez estuvo poco animoso y bastante apático. Mejor en banderillas que con los rejones, acabó por dividir la opinión de la gente.
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