De ama de casa a jefa de espías
Rimington describe en un libro los 'encargos' que recibía en el MI5 británico
Stella Rimington era una sencilla ama de casa, pero acabó dirigiendo el más famoso de los servicios secretos de Gran Bretaña, el MI5. Ahora ha desafiado al Gobierno británico al publicar Open secret, un libro de memorias sobre su antiguo trabajo. Ella asegura que sus memorias no revelan ningún secreto de Estado y no se basan en ningún papel oficial ni en ningún diario personal. El Ejecutivo del laborista Tony Blair, que en 1999 intentó convencer a su antigua empleada para que mantuviera un discreto silencio, está leyendo el texto con gran interés para cerciorarse de que, en efecto, no hay secretos de Estado aireados.
Stella Rimington es una mujer menuda, de pelo corto y gris, que a pesar de su aparente fragilidad física no tiene exactamente el aspecto inocente que le gusta cultivar. Quizá para añadir algo de morbo y misterio al encuentro con un grupo de periodistas, no quiere que se utilicen micrófonos, alegando que quiere mantener una vida privada. Olvida quizá que es ella quien ha convocado para promocionar su libro y que su rostro ilustra la portada.
Fue captada cuando 'se aburría' en Nueva Delhi, donde estaba destinado su marido, diplomático británico
La espía Rimington intenta mostrarse comprensiva con sus colegas de Estados Unidos, incapaces de detectar los atentados del 11 de septiembre pese a que tenían indicios de que se estaba preparando algo muy gordo. 'También en mi época ha habido en el Reino Unido grandes atentados que no hemos logrado evitar. Pero muchos otros sí se han impedido, aunque no siempre se sabe', dice.
A Stella Rimington le gusta recordar que nada ha sido normal en su vida. 'Elegí una carrera poco peligrosa y acabé dirigiendo uno de los servicios secretos del país y siendo objetivo de terroristas', ilustra en su libro. Hace ya muchos años, Stella era una sencilla ama de casa, esposa de diplomático, que se aburría a la sombra de su cónyuge. Estaba la señora Rimington en Nueva Delhi, destino de la época de su entonces esposo, cuando fue contactada por un agente del MI6, el servicio de espionaje británico en el exterior. No debió hacer mal aquel trabajo, porque acabó dirigiendo el MI5, el servicio de espionaje dentro del Reino Unido. El libro quizá no revele ningún secreto, pero pone en tela de juicio -a veces sin quererlo- algunas de las decisiones tomadas entonces por el espionaje.
La primera espía británica en aquellos tiempos, los duros años de Margaret Thatcher, explica que el MI5 espió a los líderes del movimiento minero que se enfrentó a la primera ministra conservadora. Rimington justifica esa actuación de sus servicios porque el sindicato minero 'estaba dirigido por un triunvirato que había declarado que estaban usando la huelga para intentar derrumbar a un gobierno elegido y estaba apoyado de manera muy activa por el Partido Comunista'.
También el movimiento contrario al armamento nuclear, que a finales de los años setenta y principios de los ochenta llegó a contar con dos millones de seguidores, fue objeto del interés del MI5. 'Es un hecho establecido que el movimiento antinuclear, a pesar de ser un movimiento legítimo de protesta, era de gran interés para la Unión Soviética en los años ochenta', se justifica Stella. 'Como parte de sus actividades subversivas en el Oeste, la Unión Soviética tenía gran interés en promover el movimiento antinuclear', precisa.
En su relación diaria con el poder, Stella Rimington tuvo oportunidad de conocer a los políticos que mandaron en el Reino Unido en los años ochenta y noventa. Por ejemplo, a Kenneth Clarke, el jovial candidato frustrado a líder del Partido Laborista, que en 1992 era ministro del Interior cuando los terroristas del IRA asolaban no sólo Irlanda del Norte, sino la propia Inglaterra. 'La paciencia no era una de sus virtudes', explica sobre Clarke, que tiene fama de ser uno de los políticos más simpáticos y populares del país.
John Major, el primer ministro que sucedió a Margaret Thatcher, es menos impulsivo, según se desprende del libro. Entre los trabajos encomendados al MI5, explica Rimington, está el de poner al corriente a cada primer ministro sobre las actividades sospechosas de los diputados de su propio partido para que el jefe del Gobierno lo tuviera en cuenta a la hora de formar su Gabinete. 'Una vez me preguntó con gran solemnidad cuántas intercepciones telefónicas estábamos haciendo sin autorización. Otra vez, con la misma solemnidad, me preguntó qué diputados estábamos investigando. Mucho más tarde, cuando empezó a tener verdaderas dificultades con los diputados antieuropeos, me preguntó melancólico si no le podía facilitar alguna técnica para pactar con los disidentes'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.