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El reto del Fòrum 2004

Los salvajes atentados terroristas del pasado 11 de septiembre en Estados Unidos han conmovido a la opinión pública mundial. Como es lógico, han dejado poco menos que en el olvido otras cuestiones de mucha menor trascendencia. Sin ir más lejos, entre nosotros apenas se habla ya del Fòrum Barcelona 2004 y de la grave crisis que en el mismo hay abierta desde la inesperada dimisión de quien debía ser su nuevo consejero delegado, Josep Caminal, que se produjo a principios de este mismo mes de septiembre. No obstante, más allá de las rotundas condenas que los criminales atentados suicidas merecen, e incluso más allá de las reflexiones que sin duda requieren unos sucesos de tamaña magnitud y trascendencia, el debate sobre el futuro del Fòrum y su definitiva orientación entra de lleno, a mi modo de ver, en la reflexión abierta como consecuencia de lo que sucedió en Nueva York, Washington y Pittsburg.

Mucho se ha dicho y escrito acerca de la supuesta indefinición conceptual y programática de este encuentro de culturas, que muchos intentan descalificar ahora aprovechando precisamente la dimisión de Caminal. Una dimisión, por cierto, que algún día deberá ser explicada por él mismo en público, pero que personalmente creo que responde a un exceso de escrúpulos personales de conciencia del propio Caminal para asumir un reto que es, sin lugar a dudas, una de las más apasionantes apuestas de futuro que hoy en día nuestra sociedad puede plantearse.

Cuando Pasqual Maragall lanzó por vez primera la idea del Fòrum 2004, en 1993, no se hablaba apenas de la globalización, nadie planteaba supuestos o reales choques entre civilizaciones, las oleadas masivas de inmigración todavía no existían como una realidad diaria ni, evidentemente, nadie podía ni tan siquiera sospechar que el mundo entero podría verse sometido al terror permanente de una nueva forma de terrorismo como la que los bárbaros atentados del pasado día 11 mostraron a todo el mundo en vivo y en directo, en el más atroz espectáculo mediático de nuestro universo globalizado. Una nueva forma de terrorismo que por sus características insólitas -unos pocos fanáticos religiosos procedentes de países subdesarrollados, capaces de suicidarse y al mismo tiempo de utilizar con pericia las más modernas tecnologías para causar matanzas masivas en centros neurálgicos de la única potencia mundial actual- pone al descubierto la extremada fragilidad y vulnerabilidad del actual estado de cosas en el planeta, consecuencia directa de la evolución histórica seguida de 1989 para acá, desde la caída del comunismo y el fin de la guerra fría.

Mucho más allá de la sorprendente y todavía no suficientemente explicada renuncia de Caminal -al fin y al cabo una simple anécdota en la historia de un evento de estas características-, el debate sobre la concreción definitiva del Fòrum 2004 debe plantearse precisamente como el principal reto de futuro que nuestra sociedad tiene ante sí, a no ser que estemos dispuestos a confiar sólo en la represalia militar -que puede ser necesaria, e incluso imprescindible como respuesta, pero que en modo alguno va a resolver las causas más profundas de la crisis actual de inseguridad mundial, antes bien puede agravarlas hasta límites insospechados.

¿No ha quedado aún claro hasta qué punto Francis Fukuyama se equivocaba al anunciarnos 'el fin de la historia' como consecuencia del fin del comunismo? Si 1989 marcó de hecho el fin del siglo XX y el pasado 11 de septiembre comenzó el siglo XXI, ¿qué diablos hemos hecho durante estos últimos 12 años? Algunos llegaron a creer que realmente habíamos llegado ya al mejor de los mundos posibles y que la globalización era algo así como la culminación suprema de la historia de la humanidad, con el capitalismo liberal más extremo como panacea universal. Se olvidaban de la realidad, que es terca y no entiende de proclamas de este tipo: 800 millones de personas están en grave riesgo de morir en breve de hambre, 2.800 millones de personas malviven en condiciones de extrema miseria con sólo un par de dólares diarios, 4.000 millones de personas sobreviven en todo el mundo por debajo del umbral de la pobreza...Y todo ello en un mundo en el que tan sólo 1.000 millones de personas viven en la opulencia y el consumismo más desenfrenado, en el contexto no ya de una economía de mercado sino de una sociedad de mercado basada en la especulación pura y dura. Se olvidaban de la realidad de verdad, ensimismados en la realidad virtual, sin tener en cuenta ni tan siquiera las crecientes y cada vez más masivas oleadas inmigratorias que inundan el mundo desarrollado procedentes de la miseria del Tercer Mundo, cuando de repente los bárbaros atentados terroristas pusieron trágicamente en evidencia la enorme fragilidad y vulnerabilidad del mundo en que vivimos.

Frente a las soflamas incendiarias que claman una venganza inmediata y dura, al estilo del Lejano Oeste, frente a quienes apuestan por la tentación autoritaria o por la política de exclusión como respuestas a la nueva amenaza terrorista, el reto de futuro al que debe enfrentarse el Fòrum debe ser el de ir a las raíces de la conflictividad real del mundo en que vivimos. No se trata sólo de la organización de un gran evento internacional con la cultura como principal protagonista, sino de colocar la cultura como la única respuesta posible al conflicto, como el imprescindible lugar de encuentro y diálogo entre civilizaciones y culturas distintas.

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Sea quien sea el que asuma la máxima responsabilidad ejecutiva del Fòrum, sería deseable que contase no sólo con el más amplio y sólido apoyo institucional, sino también con el respaldo decidido de todos los agentes culturales y sociales de nuestro país, sin afanes de protagonismos ni rivalidades mezquinas, porque en el Fòrum 2004 podemos y debemos cifrar buena parte de las esperanzas de una sociedad que no desea vivir bajo la permanente amenaza del terror suicida, pero que al mismo tiempo se niega a vivir en un mundo en el que la perpetuación de la injusticia sea el precio que pagar por una seguridad que ni tan sólo es virtual.

Jordi García-Soler es periodista.

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