Un triunfo sedante
Con el chaparrón a punto de descargar sobre Rexach y el vestuario, el Barça necesitaba con cierta angustia una victoria sedante. Y nada más terapéutico que tres puntos en la Liga de Campeones, el tormento azulgrana de las últimas campañas. En el crepúsculo de la temporada y con el equipo todavía en pijama, una derrota hubiera tenido un efecto corrosivo, porque ya se sabe que en el fútbol no hay tregua. Un par de trompicones pueden resultar apocalípticos y, entonces, de nada valen las excusas. Por ejemplo, de nada le serviría a Gaspart argumentar que Rexach -que ya fue abucheado el pasado sábado en El Prat- necesita tanto tiempo como Del Bosque. O que si al Madrid -como es lógico, el espejo supremo- le cuesta envolver a una megaestrella como Zidane, qué decir de un club que se ha maquillado de lo lindo durante el verano, que ayer, sin ir más lejos, alineó a cinco recién llegados, algunos de ellos (Bonano, Rochemback, Geovanni) novatos en la Copa de Europa. Por todo ello, a la búsqueda del engrase necesario, el duelo de Turquía tuvo mucho más valor anímico que futbolístico. Porque el juego del Barça no dijo gran cosa. Mientras hubo partido de verdad se exhibió como un equipo demasiado largo, sesgado por el eje, con un batallón para atacar y otro para defender, sin regadío en el centro del campo. Pero éste no es el Barça que perfila Rexach, al que los avatares le han cambiado el paso. Charly soñaba con un equipo que arropara a Rivaldo mientras maduraba Saviola -el antizidane popular de Gaspart- y quería ensanchar el campo con Overmars mientras crecía Geovanni. De golpe y porrazo se ha visto sin su mejor goleador y su mejor extremo, al tiempo que ha recuperado de improviso a Frank de Boer, otro peso pesado, cuya vuelta le puede hacer recapacitar sobre el sistema defensivo y la circulación aseada de la pelota a partir de la retaguardia. Con los tres en condiciones el dibujo será otro, condicionado sobre todo por Rivaldo, junto a Kluivert el referente indiscutible de este equipo, un jugador sin pegamento en un 4-3-3.
A la espera de que Rexach pueda jugar con todas las cartas, a los azulgrana les alcanzó de sobra para derretir a un rival muy pálido y tácticamente caótico, pero que llevaba 21 partidos sin perder en su volcánico estadio, lo que da valor a la victoria catalana. Máxime cuando en la retina azulgrana anida aún la estrepitosa derrota de la pasada temporada ante el Besiktas. Un azote del que el Barça no se recuperó en todo el curso. De ahí el efecto sedante del larguísimo partido de ayer, gol de Saviola incluido.
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