Un proyecto que no encuentra su dimensión
¿Es la manga más larga que el brazo o el brazo que se estira más que la manga?
La gestación del Fòrum 2004 parece no haber sabido dar una respuesta política clara a este dilema. De un arranque a lo grande, el proyecto ha ido reduciéndose conforme pasaba el tiempo. Las dudas entre organizar un gran evento con dimensiones de exposición universal centrado en el recinto del Besòs o un festival de las artes más comedido en las cifras y distribuido por toda la ciudad ha perseguido al foro desde su nacimiento. El problema ha consistido en definir la escala. Eso todavía no se ha resuelto.
Pasqual Maragall, primero, y Joan Clos, después, apostaron por el primer modelo y para ejecutarlo llamaron a Jaume Sodupe, un ingeniero con fama de buen gestor y de amplia experiencia internacional que, entre otras cosas, había llevado en Bruselas la oficina de Maragall, cuando éste presidía el Comité de Regiones de la UE. Pero en el perfil técnico de Sodupe tal vez se hallaba el límite para afrontar un cometido de estas características. Esperaba encontrarse un modelo definido que él se encargaría de ejecutar, cuando lo cierto es que la cúpula municipal sólo manejaba en ese momento conceptos vagos sobre la diversidad, la convivencia y la multiculturalidad y barajaba cifras excesivamente optimistas, como los 20 millones de visitantes que habían de pasar por un recinto de 50 hectáreas, incluida una península ganada al mar.
Sodupe se encargó de dos cosas: por un lado, reducir el volumen de los dígitos y por el otro buscar un proyecto de contenidos. El primer cometido se salda en el presupuesto aprobado a finales de 2000 reduciendo la previsión de visitantes a 5 millones y la inicial idea de un presupuesto de 100.000 millones a 51.000. Para el segundo, tras diversos avatares, convoca un concurso para tres exposiciones: una sobre la lengua -Del sonido a la voz, que gana la empresa americana Applebaum, autora del Museo del Hoclocausto de Washington-, otra sobre los mitos -La aventura del espíritu, de la empresa Gao que lidera Pep Subirós- y otra titulada Habitar el mundo, que finalmente queda desierta, tras desestimar los proyectos de La Fura dels Baus y de Javier Mariscal. Coste de cada una de las exposiciones: 2.000 millones.
La Generalitat jugó en un principio a la contra de todo este planteamiento, aunque acabó aceptándolo, junto con el Gobierno central, desde el momento que firmó ese presupuesto.
La primera idea del ejecutivo catalán fue no superar los 25.000 millones de gasto. Cuando fijó este techo, Clos se desanimó hasta el punto de plantearse seriamente la continuidad del proyecto. Pero andando el tiempo Jordi Pujol tomó cariño a la idea, pues descubrió una oportunidad de oro para despedir su trayectoria política con una gran celebración internacional. Y sin duda fue este acicate el que llevó a la Generalitat a estampar su firma al pie del presupuesto de los 51.000 millones.
La indefinición del proyecto y el coste de las exposiciones ha suscitado una encedida polémica en la ciudad y ha sido lo que más ha pesado en la decisión de Caminal de abandonar el proyecto. La propia concejalía de Cultura del Ayuntamiento -encabezada por Ferran Mascarell-, junto con otras instituciones culturales de la ciudad, como el CCCB -a cuyo frente se halla el periodista Josep Ramoneda- han considerado excesivo el presupuesto. Su idea pasa por un festival de las artes más reducido y en varios escenarios, no sólo el del Besòs.
Quienes en cambio defienden la opción firmada por las tres administraciones opinan que sólo si estas manifestaciones se desarrollan en un lugar cerrado, como el recinto del Besòs, y con el presupuesto previsto, pueden aspirar a conseguir los cinco millones de visitantes necesarios para que los números de Sodupe cuadren.
Tras la clamorosa salida de Caminal, el dilemasobre la dimensión del evento deberá resolverse en un sentido u otro.
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