Una historia de amor
Aunque no tengas una especial debilidad por las bicicletas fliparás al entrar a Probike (pronúnciese probáic). ¡Qué tienda tan grande y tan bonita! Si perteneces, en cambio, a la creciente legión de pedaleadores podrías desmayarte de gozo, como le pasó a Stendhal en Florencia, y dio origen al síndrome que lleva su nombre. Sí: aunque parezca mentira, una sobredosis de belleza puede producir una reacción en cadena de desajustes psicoemocionales con el resultado de temblores, vértigo, mareos y pérdida del conocimiento. A mí me pasó una vez. Me regalaron un pellizco de pasta por mi cumpleaños y corrí hasta la tienda de discos importados para ver si había alguna novedad de Buffalo Springfield, Lovin' Spoonful, Donovan, Jefferson Airplane, Procol Harum, etcétera. ¡Me di de bruces con Their Satanies Majestic Request y Magical Mistery Tour! ¡Uno nuevo de los Stones y otro de los Beatles! Literalmente, demasiado para mi cuerpo. No me sacaron en camilla como al sensibilísimo Stendhal, pero tuve que apoyarme en la pared, pálido y con la respiración entrecortada. Años más tarde y con el alma curtida por los golpes de la vida, aún conservo algo de aquella capacidad de emocionarme ante la belleza. Estoy frente a Pere Carhué, 35 años, gerente y principal accionista de este paraíso con tracción a pedal. (El tío no es feo, pero él no es la belleza a la que me refería en la frase anterior). Ingeniero técnico agrícola oriundo de la Seu de Urgell, tenía una empresa de tratamientos fitosanitarios que le resultaba mortalmente aburrida. Deslumbrado desde siempre por ese gran invento de la humanidad que es la bicicleta, se lio la manta a la cabeza y se instaló en un local de la calle de Laforja. 'Eran 19 metros cuadrados. La furgoneta siempre estaba aparcada enfrente, porque había que llenarla de trastos para abrir la tienda'. La cosa funcionó y el segundo local, en la calle de Urgell, ya contaba con 120 metros cuadrados. Empezaba el boom de la mountain bike y Pere, montañés y visionario, se encaramó de un salto en el lomo del monstruo y lo mordió en la nuca. En los años subsiguientes Probike viajó muy lejos sin apenas moverse del sitio. La tercera tienda, aún más grande, estaba en Villarroel con París. La cuarta, gigante y ya un éxito sonado, a la vuelta de la esquina, en París con Villarroel. La quinta, una especie de Disneylandia del ciclista, otra vez en Villarroel con París, pero en la acera de enfrente. Nunca nadie recorrió tanta distancia con tan mínimo desplazamiento. Es el momento de aclarar que, aunque esta crónica pueda parecerle a alguien un publirreportaje, no es más que una historia de amor. Uno cree que sabe mogollón sobre bicis (y la vida, y las mujeres...), pero claro: Pere sabe más. Hablando con él me entero de que ellas también sufren los efectos del golpeteo en la entrepierna. Carecer de testículos no las salva del desgaste. Sus pubis, diabólicos o angelicales, necesitan atención especial. Maite nunca me comentó nada al respecto, confirmando lo que ya sabía: esta piba tiene madera. Es cero quejica, la compañera ideal para una vida dedicada a la aventura. ¡Bravo, cariño! Padecer en estoico silencio te ha hecho crecer hasta alcanzar la estatura de heroína. Para cuidar la salud de los montes de Venus y resolver otras cuestiones inherentes a la condición femenina, Probike tiene una sección dedicada a la mujer: sillines diseñados con ergonómico mimo, bicis que mantienen la espalda más recta (para evitar el martilleo fatídico), ropa interior con protección ad hoc, culottes más cortos, prendas deportivas con las que fardar de lo lindo, etcétera.
Uno cree saber mogollón de bicis, pero en Probike saben más: saben que ellas también sufren en la entrepierna
Un carril bici de dos direcciones recorre el espacio de este emporio. Es posible pedalear desde el bar hasta la rampa de pruebas, del parque infantil con minibicis a la librería, de la sección de consulta gratuita de mapas hasta la de venta de los mismos. Pero lo más grande de Probike es su espíritu. Intentaré no ponerme solemne. La parte del león de las obras de acondicionamiento del macrolocal fue hecha por los propios currantes de la empresa, con Pere y su suegro -carpintero jubilado- a la cabeza. Hay que reconocer que les quedó genial; como de diseño, pero sin contratar a ningún diseñador. Para autohomenajearse, una vez inaugurada la tienda, montaron un escaparate con la maquinaria utilizada en la obra. Son triunfadores en su campo y están orgullosos de saber arremangarse y sudar la camiseta. O quizá triunfan porque no se les caen los anillos. Además de trabajar de lunes a sábado, el personal se encarga de monitorear los paseos, excursiones, viajes y colonias infantiles que se programan a lo largo del año. La suya es una vida dedicada a promocionar e impulsar el uso de la bicicleta. Propongo a la plantilla de Probike para el Premio Nobel de la Paz. Y digo que si los capitalistas exitosos de este mundo cruel se parecieran a Pere y sus secuaces, no habría necesidad de movimiento antiglobalización. Así da gusto globalizarse. Y los polis que uno se encuentra en Probike no son del modelo genovés, sino los bonachones y enrollados miembros de la Brigada Ciclista de la Guardia Urbana. ¿Publirreportaje? No: una historia de amor.
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