Recordando Nuremberg
Aquí, en Nuremberg, en esta ciudad reconstruida piedra a piedra después del bombardeo de 1944, parece como si la ciudad medieval de los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico continuara inalterada desde la Edad Media. Los edificios, las iglesias, la catedral, la casa del pintor Durero, conservan el estilo con que empezaron a construir sus arquitectos desde su fundación allá por el siglo IX. Los museos, las cervecerías, las tiendas o los restaurantes junto a los múltiples turistas dan la señal de estar en el siglo XXI. Sin embargo, esa mezcla de modernidad y tradición es un combinado perfecto, lleno de ese orden alemán, a veces exasperante, pero que en la mayoría de los casos se agradece porque favorece la convivencia y te incita al respeto de las normas.
Pues bien, aquí paso unos días de vacaciones junto al placido río Pegnitz, con una corriente suave y un caudal abundante donde se desliza alguna barcaza o alguien entrena con su piragua. No, aquí no se necesitan planes hidrológicos, el agua abunda por doquier porque las lluvias son abundantes. Las grandes empresas como la AEG, o la Lucent Thecnologic, concentran a cientos de obreros, entre los que abundan los turcos, ex-yugoslavos o de otros países del Este, los antiguamente llamados del socialismo real. Los españoles ya son en su mayoría técnicos cualificados que dominan el alemán y el inglés y con sus titulos de ingeniero se miden con los técnicos alemanes, ingleses, franceses o suecos. Evidentemente las cosas han cambiado desde la última vez que visité Alemania Occidental allá por la mitad de los años sesenta, cuando el muro de Berlín rechinaba como expresión de un mundo dividido en dos modelos de sociedad. Estaba llena de españoles empleados en todo tipo de faenas que solo necesitaban en la mayoría de los casos la fuerza de trabajo o una mínima preparación y disposición para aprender -basureros, electricistas, obreros de las cadenas de producción de las grandes fábricas, ferroviarios, etc.
En esta ciudad, Nuremberg, con ser interesantes sus museos, sobre todo el de cultura germánica, sus iglesias y demás monumentos, lo que más me ha impresionado es visitar la sala del Palacio de Justicia donde se celebró el Juicio de Nuremberg contra los gerifaltes nazis (hubo muchos otros, también en la misma sala, contra personas colaboradoras del nazismo como médicos o técnicos). Allí una exposición recoge las fotografías de todos los que intervinieron en él, y están resaltadas las preguntas de los fiscales y de los acusados, mostrándose todo lo que significó el nazismo para la sociedad alemana y europea. Fue el inicio de un Tribunal Penal Internacional que juzgara los crímenes de genocidio o contra la humanidad y condenara a diversas penas a todos los implicados en la estructura de poder del partido nacionalsocialista, cuya sede principal estaba muy cerca del lugar del juicio. En Nuremberg se celebraban los Congresos del partido y las grandes concentraciones donde Hitler exponía sus teorías y sus planes de futuro. Los alemanes no han olvidado su pasado, lo recuerdan, lo analizan y lo teorizan: ¿por qué pudo ocurrir lo que ocurrió?. Y eso no representa que no pueda, a años vista, haberse producido una reconciliación con ellos mismos, y con los demás pueblos europeos, sobre todo después de la unidad alemana con la caída del muro. Pero la historia está siempre presente para bien y para mal.
En la exposición que rodea la sala del Tribunal hay un libro donde todo el mundo puede escribir lo que se le ocurra. Había una frase que decía: '¿Por qué no se hizo un juicio de Nuremberg en España contra los responsables del franquismo?'. La persona que la escribió era sin duda un antifranquista, y quizás alguien del otro bando podía haber escrito algo así como 'siempre tienen razón los vencedores'. En el caso del franquismo, dirán los historiadores y políticos 'mesurados', ya se ha hecho bastante con llegar a una reconciliación a través de una transición que se interpreta en la mayoría de los casos como ejemplar por cuanto la Constitución del 78 cierra definitivamente una etapa. Sin embargo, a lo mejor el cierre esta hecho con una llave falsa, con la llave del olvido, de la amnesia, y eso es siempre un peligro para el futuro. Ahora que preparo un libro con Benjamin Lago sobre la Quinta Columna en Valencia durante la Guerra Civil he tenido oportunidad de leer los expedientes de los que alegaban los que habían colaborado con el bando nacional y resulta estremecedor lo que manifestaban para mantener un puesto de trabajo o salvar la vida en los tribunales de depuración o en los juicios sumarísimos.
Kafka, que vivió en Praga, ciudad relativamente cerca de Nuremberg, escribió que 'un libro tiene que ser un hacha para romper el hielo existente en nosotros'. Recordar la historia también.
Javier Paniagua es profesor de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED.
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