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Aniversarios olvidados en Rusia

¿Tienen amnesia los rusos? Este mes de agosto han tenido dos aniversarios que celebrar, dos acontecimientos que hicieron temblar al mundo. El primero es el décimo aniversario del intento golpista de agosto de 1991, realizado por un grupo de dirigentes conservadores para impedir la firma del nuevo Tratado de la Unión. Gorbachov, aislado en Foros, en Crimea, había sido destituido de su función por 'motivos de salud'. Borís Yeltsin se opuso a los golpistas subiéndose a un tanque para hacer un llamamiento a la resistencia. Tres días después, los golpistas capitularon y Gorbachov volvió a Moscú. Pero Yeltsin, aprovechando su popularidad, consiguió, cuatro meses más tarde, disolver la URSS y eliminar a Mijaíl Gorbachov de la escena política.

El segundo acontecimiento es el tercer aniversario de la crisis financiera que, en agosto de 1998, reveló al mundo el carácter inconsistente y criminal de la gestión económica del zar Borís. Uno de los especuladores estadounidenses -pretenden haber perdido 40.000 millones de dólares en el Eldorado ruso- exclamó: 'Preferiría comer residuos nucleares antes que invertir un solo dólar en este país'. Durante dos años más, Yeltsin reinó pero ya no gobernó, al haber sido confiscado el poder por un grupo de personas, 'su familia', que acabó por designar a su sucesor: Vladímir Putin.

El pasado domingo 19 se reunieron sólo cien personas, y ningún dirigente político, para celebrar delante de la 'Casa Blanca' en Moscú la derrota de los golpistas de 1991. Vladímir Putin, de vacaciones en Carelia, no envió ningún mensaje. Borís Yeltsin prefiere no aparecer en público. Los otros protagonistas de esos 'tres días de agosto' se han pasado a la oposición o han acabado en prisión por corrupción. La atención de los medios de comunicación se centra, pues, en los autores del fallido golpe, que unas semanas antes convocaron una rueda de prensa para reafirmar su derecho a actuar como lo hicieron en 1991. En prueba de ello, citaron la voluntad -real o imaginaria- de Vladímir Putin de reconstruir una 'vertical del poder' y restablecer el papel del Estado. El gran diario Kommersunt -propiedad de Borís Berezovski- recogió una importante entrevista a Guennadi Yanaev, el 'segundo presidente de la URSS'. En realidad, Yanaev sólo ocupó ese puesto durante dos días, como líder de los golpistas. Su testimonio demuestra la trágica falta de dirigentes que obligó a Mijaíl Gorbachov a nombrar a cualquiera para la dirección del Partido. Gorbachov convocó a Guennadi Yanaev durante el último congreso del PCUS, en el verano de 1990, y le ofreció un puesto, no sólo en el Comité Central, sino también en el Politburó del partido. 'Pero yo ya soy presidente del sindicato pansoviético que acaba de proclamar su independencia', protestó este último, en vano. Luego, unos meses más tarde, durante una sesión del Sóviet Supremo, encargado de elegir al presidente de la URSS, Gorbachov le nombró de forma autoritaria para el puesto de vicepresidente. ¿Por qué tanta solicitud? 'Yo no sé nada', responde hoy Yanaev. Ingrato, acusa al antiguo presidente de haber llevado a cabo un doble juego, esperando el resultado del intento golpista para aliarse al vencedor de la prueba.

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Los jefes del comando anti-terrorista Wympel afirman también que habrían podido tomar la 'Casa Blanca', donde se habían atrincherado Yeltsin y sus amigos, 'en media hora y sin derramar ni una gota de sangre'. Suena a fanfarronada, pero el hecho es que nadie pensó en darles esta orden. El jefe del KGB de entonces -al que Vladímir Putin consulta muy a menudo- afirma por último que el aprovisionamiento en Rusia había mejorado durante los tres días del intento golpista. ¿Pero quién podría comprobarlo cuando un tercio de los rusos (36%) no recuerda nada de esos acontecimientos? Además, entre los que no los han olvidado, el 25% se declara a favor de los golpistas y sólo el 20% a favor de Borís Yeltsin. Este sondeo publicado por Izviestia demuestra mejor que todos los discursos oficiales hasta qué punto la opinión pública está decepcionada por la política seguida durante los últimos diez años. David Remmick, director de The New Yorker y amigo de los dos hijos de Solyenitsin que residen en Estados Unidos, nos aporta un testimonio. [The New Yorker del 6 de agosto de 2001].

La esposa del premio Nobel de Literatura, Natalia, le invitó a su casa de Troitse-Lukovo, a tres cuartos de hora de Moscú, para mantener una conversación con Alexandr Issaevitch. Solyenitsin sólo se ha encontrado una vez con Yeltsin y una vez con Putin. Pero si bien evita juzgar al actual presidente, se muestra, por el contrario, abrumador respecto a Borís Yeltsin: 'Creo que este hombre ha provocado una enorme devastación de Rusia. No podíamos imaginar que las cosas irían peor que en tiempos de los comunistas. (...) Yeltsin ha conseguido hundirnos todavía más. Sólo ha apoyado a los ladrones'. Después de un balance semejante, se entiende mejor por qué en Moscú se han acordado tan poco de la crisis de 1998 y de la suspensión durante cinco años del reembolso de las obligaciones de Estado. Pero el vencimiento del año 2003 se acerca...

K. S. Karol es periodista francés, experto en Europa de Este.

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