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Columna
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Misterios gozosos

Desde que estalló el escándalo Gescartera, esa empresa tan castiza frecuentada por tricornios y sotanas, vengo esperando ansioso la resolución de un misterio que me tiene intrigado desde la niñez. No me quita el sueño a dónde han podido ir a parar las decenas de miles de millones escamoteados por el que parecía postularse para el cargo de presidente del club de fans de Armani. La experiencia muestra que los prestidigitadores financieros son capaces de hacer desvanecer las más desmesuradas fortunas sin dejar pistas.

Pero desde que supe que en Gescartera había trabajado un antiguo responsable del Domund esperaba que, por fin, la Fiscalía Anticorrupción diera respuesta a la más vieja de mis dudas: ¿para qué querían los negros de África los sellos usados y el papel de plata de las chocolatinas que con tanta codicia almacenaban los curas que conocí en mi santa infancia?

Esperaba que, tirando del hilo de Gescartera, los fiscales alcanzaran a desvelar este misterio que, desde que perdí el candor de la niñez, encuentro altamente sospechoso. Hace tiempo que cada vez que entablo confianza con un negro le pregunto para qué querían tantos sellos y tanto papel de plata y siempre he chocado con respuestas desconcertadas o suspicaces, lo que me hace barruntar que nuestras modestas donaciones infantiles nunca llegaron a sus destinatarios.

El verano se acaba y de Gescartera sabemos cada día una cosa nueva, pero parece que los fiscales no comparten mi curiosidad. Quizá sea mejor así: no hay religión que logre mantenerse en pie sin unas buenas dosis de misterio. Es más, es difícil encontrar algo que esté relacionado con la religión que no esté tocado por el misterio.

Después de siete años dando clases de religión, Resurrección Galera lo tenía claro. Hace un par de días lo explicaba de un modo coherentemente enigmático en estas mismas páginas: con tal de seguir con sus clases, Resurrección estaba dispuesta a aceptar, si era necesario, que 'la luna estaba hecha de queso verde'.

Ya no le hará falta derrochar fe. Como temía, este curso que viene dejará de ejercer como profesora en el colegio almeriense Ferrer Guardia. Así lo ha decidido el obispo de Almería que ya no la considera idónea para dar clases de religión.

¿Qué es lo que ha sucedido para que Resurrección haya dejado de ser idónea después de serlo durante siete años? Como no podía ser menos, es un misterio. Las malas lenguas señalan su matrimonio con un divorciado; alemán, por más señas, y, por tanto, paisano del herético Lutero.

Tratando de desentrañar este otro misterio -qué le vamos a hacer, los agnósticos somos así de testarudos-, me he puesto a indagar sobre el obispo de Almería y de las entrañas de mi disco duro ha aparecido un artículo escrito por mí hace seis años que encierra otro misterio aún sin resolver. Por aquel entonces, el obispo de Almería, Rosendo Álvarez, prohibió el culto y procesión de un ecce homo 'hasta que no sea vestido con media túnica o amplio faldón'. Entonces -desde mi descreimiento y mi sosura sexual- me preguntaba en qué estaría pensando don Rosendo. Sigo sin saberlo. Esto sí que es un Expediente X.

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