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Entrevista:KOSME DE BARAÑANO | Director del IVAM | ENTREVISTA DE VERANO

'En el arte, como en el deporte, sólo llegan los tres primeros'

PERFIL Como todas las familias del País Vasco, Kosme de Barañano (Bilbao, 1952) tuvo un abuelo carlista y un abuelo liberal. Hijo de un fabricante de licores del PNV, salió a la línea socialista de la madre, con la amplitud de visión y la inquietud de sus familiares marinos, que conocían muchos puertos y muchos licores. Producto de síntesis entre el vasco rural y urbano, está esculpido por dentro en La Salle y en los jesuitas, y llegó al arte a través de su padrino, el pintor José María Ucelay, que estuvo exiliado en Inglaterra hasta los años cincuenta. Ucelay le enseñó a hablar en inglés y lo llevó a los museos de París. Hoy le pagan por algo que le gusta: mirar obras de arte. Es catedrático de Historia del Arte de la Universidad del País Vasco y hasta llegar al IVAM pasó por otros importantes museos, se ejercitó en Picasso, Giacometti y Chillida, incluso en Brancusi. Por eso está convencido de que el arte no se agota.

Es un experto en la línea, investido de una seriedad extrema, indisimulable, que Kosme de Barañano, director del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), por supuesto, niega e incluso contradice agitando con sutileza una fina ironía de corte inglés.

Pregunta. Una de las primeras cosas que hizo cuando llegó al IVAM fue contratar a alguien que fuese su imagen, y lo justificó en que usted tenía 'escaso atractivo'. ¿Se tiene por feo?

Respuesta. La imagen de una institución pública es más que la imagen de una persona. Es un carisma, una forma de exteriorizarse y una forma de comunicar. Entonces, una institución pública con una persona que no tiene grandes dotes de persuasión ni de difusión, y que es introvertida, necesita una persona extrovertida para que comunique lo que uno no es capaz de hacer.

P. Tampoco hace vida social y cena en casa.

R. Es verdad y es mentira. Lo que no me gusta es la comida o la cena socio-institucional. Me gusta comer entre pocos, donde la conversación, como en el banquete de Platón, es una conversación dialogada, pero no el festín social.

P. ¿Fue un inmigrante en Alemania?

R. He dado muchos saltos en la vida. He pasado de Bilbao a Heidelberg; de Heidelberg a Francfort; de Francfort a Heidelberg; de Heidelberg a Madrid; de Madrid a Bilbao, y de Bilbao a Valencia. Quizá tiene más que ver con mi signo del Zodiaco, con Géminis, cuya naturaleza es tener un pie en cada sitio. Nunca me he considerado ni un emigrante ni un inmigrante. Me he sentido a gusto en cada sitio.

P. ¿Es más fácil ser vasco en Valencia que serlo en Bilbao?

R. En este momento, sí. Ser vasco es un orgullo, pero ser cordobés también. Estar ligado a la tierra es bueno en todas partes, pero si somos humanos, tenemos que ser universales.

P. Se dice que es el director del museo mejor pagado de España.

R. No sé cómo están pagados los demás. Lo único que me preocupa es hacer bien mi trabajo y que el trabajo me permita vivir en las condiciones que deseo para mí mismo. Sé que, en general, son puestos que están mal remunerados.

P. Es partidario de desacralizar los museos. ¿Es posible hacerlo sin irritar a la minoría fiel que hasta ahora los ha usado?

R. Soy partidario de que al conocimiento que crece en el museo tenga posibilidades de acceder todo ciudadano y a todas horas. Por otra parte, el arte, como la ciencia, siempre es una cosa de minorías. La gran masa no accederá al conocimiento profundo sin una preparación para ello. No es un espectáculo tan visual y emotivo como el fútbol, que agrupa conocimientos muy dispares. Entonces, creo que hay que desacralizar, en el sentido de socializar y permitir el acceso, pero no dejará de ser, como la poesía, algo minoritario.

P. ¿Pero un museo es sólo un escenario para ver arte?

R. Un museo es un escenario mucho más complejo. Tiene un contenido, que son sus colecciones, y es un contenedor que acoge a la gente y le da unos servicios: una cafetería, un restaurante, un taller de didáctica, un curso de gastronomía... El museo tiene que tener una puerta abierta para que la gente entre.

P. ¿El espectáculo le está ganando la partida al arte en los museos o es que el arte ha ensanchado fronteras?

R. Creo que ni lo uno ni lo otro. El espectáculo, la teatralidad o la escenografía han estado siempre cercanos al mundo del arte. Hay que hacer memoria histórica. En el Renacimiento hoy recordamos a Miguel Ángel y a Benvenuto Cellini como artistas que han hecho unas esculturas, pero a su alrededor hubo otros como Anmanatti o Vandinelli, que sólo nos suenan a los especialistas, pero que eran los que hacían la entrada de Carlos V en Bolonia, la escenografía para las obras de teatro, para las comuniones, las bodas... La parafernalia del espectáculo de la moda, de la ropa, ha existido siempre y no deja de ser un arte aplicado. Y que un museo, como el Guggenheim, haga de vez en cuando una exposición de Armani no me parece mal.

P. ¿La iniciativa privada entra en los museos con facilidad o sigue prefiriendo la bolsa y el urbanismo?

R. Tampoco se le puede pedir que cambie de la noche a la mañana. Si no tiene ninguna ventaja, no digo ya fisica, sino un plus de socialización como en la cultura calvinista, es muy difícil que la iniciativa privada católica dé un duro, porque ese plus de reconocimiento se lo van a dar en la vida eterna. En las mentalidades calvinistas, el que se enriquece considera, dentro de esa predestinación divina, que tiene que devolverlo a la sociedad. Eso no ha sucedido nunca en el catolicismo mediterráneo.

P. Usted tiene una visión muy crítica respecto a algunos de los artistas más rutilantes. ¿Hay mucho fraude en el arte?

R. En el arte, como en el deporte, sólo llegan los tres primeros. La diferencia entre el que no tiene medalla y el que gana la maratón es de décimas de segundo, y en el arte es de décimas de calidad. Hay muchos artistas, pero pocos genios. Y en los museos tienen que estar los mejores de los mejores. Ésa es mi crítica, pero pienso que la segunda y la tercera división tienen que existir. No diría que hay fraude, pero como ocurre en el fútbol, los jugadores de tercera división son los que dan muchas patadas y tienen mucho teatro. En el arte pasa igual, que los de segunda y tercera fila son grandes escenógrafos de sí mismos.

P. ¿Quién se sirve más del otro, el arte o la política?

R. Es un juego dialéctico de toda la vida. El artista necesita del poder político o económico, porque para crear cosas que no producen plusvalía necesita un mecenas. Y el político necesita de la cultura porque es una apertura de horizontes y una carga de profundidad.

P. ¿Cuál es su diagnóstico del robo de arte a Esther Koplowitz?

R. Robos de arte ha habido toda la vida. Siempre habrá alguien interesado en tener lo que tienen los demás y siempre habrá un rico que no tiene suficientemente defendidas sus puertas. Es tan antiguo como la historia del arte. Tiene un toque de surrealismo español que en un mes de vacaciones le roben a la más rica de España.

P. ¿Tiene mercado el producto robado?

R. No tiene salida al mercado, pero mercado puede que lo tenga.

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