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TINTO DE VERANO

PERDONA A TU PUEBLO, SEÑOR

Elvira Lindo

Ahora que han venido los niños nos levantamos a las nueve para ir preparando la casa y la comida, y si nos sobra algún ratillo, escribir corriendo un artículo a fin de ganar dinero para que ellos naden en la abundancia. A mi santo fregando se le ocurren proyectos artísticos. A mí fregando sólo se me ocurre pensar en los días que faltan para que vuelva la asistenta. Los niños se levantan a las doce. Evelio, el albañil con el que pasamos el verano, se dedica todo el tiempo a comparar a sus hijos con los nuestros: 'A estas horas mis niños ya están en clase de inglés' o 'Hace ya dos horas que mis niños volvieron de informática y están haciendo la compra'. Yo creo que Evelio fantasea con que nuestros niños acaben siendo albañiles y los suyos contertulios. Evelio quiere que la tortilla se vuelva. Y no porque sea un rojo, no, por Dios, Evelio es de Gil, o sea que, como él dice, le gustan los hombres hechos a sí mismos, no los zánganos.

Por fin, nuestros niños, Evelios del futuro, se levantan, se arrastran hasta su leche, hacen su cama, y ya exhaustos, se tumban en el sofá, abren un libro y hacen como que leen. Entonces Evelio entra en casa porque va al váter, los ve y comenta: 'Hoy mis niños han ido al Ayuntamiento a apuntarse al campeonato de ajedrez'. Mi santo espera a que Evelio no esté para gritarles a los nuestros en voz baja: 'Zánganos, que me tenéis la sangre quemá, moveros un poco. De momento, en el sofá, no quiero a nadie'. Ellos se van, ofendidos: 'Encima de que estábamos leyendo'. Haciendo un esfuerzo salen al jardín a jugar al fútbol. Oímos que Evelio les dice: 'Uno de mis niños está en la selección de alevines de la sierra'. Nosotros alimentamos un sólido rencor hacia los hijos perfectos del albañil. Mi santo, en su despacho, listo para agrandar su obra a fin de dejar a los niños una herencia, ya que se les adivinan maneras de rentistas, me dice: 'Que no me vayan a dar con el balón al manzano, que lo estoy viendo'. Mi santo tiene poderes. Adivina nuestros actos. A los niños y a mí nos da yuyu, al estilo del que te da Dios con su famoso don de la ubicuidad.

Salgo al jardín para decirles que si le pasa algo al manzano serán expulsados del Paraíso y me los encuentro precisamente al lado del árbol diminuto. Me hacen un gesto para que me calle. Uno de ellos sujeta una rama rota, el otro la pega al tronquito con cinta adhesiva, luego, con una diligencia impropia en ellos, pintan con un pincel la cinta de marrón. Nos alejamos todos un poco para ver el resultado. Si no te acercas da el pego total. Evelio nos mira. Le digo: 'Y usted callado, Evelio'. 'Soy una tumba', dice. Pero a partir de ese momento, cada vez que sale mi santo al jardín y se acerca al arbolito a Evelio le da la risa y nosotros temblamos. Yo le miro con odio y Evelio dice: 'No, si yo me río de la gente que invirtió en Gescartera'. Hasta que ayer mi santo estaba regando la rama y la rama se cayó. Y mi santo se puso a gritar con los brazos levantados al cielo: '¿Pero os habéis creído que soy imbécil?'. Hoy ha sido un día extraño, los niños arreglaron la casa sin recibir ni una sola orden. A todos se nos parte el corazón de ver a ese santo pasear triste por el jardín y acariciar el tronquito del manzano. Esperamos que algún día el santo padre nos perdone.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.
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