Jesulín se salvó de la quema
Jesulín, Caballero y Puerto forman, entre otros, la segunda línea que va inmediatamente detrás de las dos o tres figuras que concitan la expectación y se llevan los dineros. Siempre ha existido esa línea, pero nunca ha sido tan débil. Sólo se salvó Jesulín de la quema y eso no es mucho. El de Ubrique empezó templando con el capote de salida, y dejó una magnífica media verónica. En correspondencia, también hay que resaltar que se salvó el toro, que sacó fuerzas de la bravura para acometer codiciosamente a la muleta. La faena tuvo momentos buenos, pero se prolongó en exceso. En el cuarto, Jesulín embarcó con la bamba de la muleta arrastrando ésta, que el toro seguía también con codicia, dominado por el temple que evitaba el derrote final que punteaba en busca de algo más, ya que no se trataba de ningún toro bobo. El pero que se le puede seguir poniendo a Jesulín es que prefiera la cantidad a la calidad, lo que nos priva de un toreo capaz de levantar al público.
Domecq / Ubrique, Caballero, Puerto
Toros de la ganadería de Marqués de Domecq, dispares de presentación y flojos; bravos 1º y 4º; 2º, inválido; 3º, con poca fuerza, y 5º y 6º, difíciles. Jesulín de Ubrique: dos pinchazos, estocada desprendida (ovación y saludos); estocada caída trasera (oreja con petición de otra). Manuel Caballero: estocada baja, descabello (ovación y saludos); pinchazo, estocada tendida (división de opiniones). Víctor Puerto: tres pinchazos (ovación y saludos); estocada trasera (silencio). Enfermería: después de la lidia del 5º, Manuel Caballero fue atendido de un pisotón en el pie derecho que precisará de estudios radiológicos más profundos. Plaza de Almería, 22 de agosto. 4ª de abono. Tres cuartos de entrada.
Caballero y Puerto protagonizaron un nefasto final de corrida, especialmente nefasto para ellos, que se la jugaron y la perdieron, estando al borde de la cornada. El quinto tenía problemas y, en vez de atajarlos dominando y quebrantando por bajo, Caballero lo dejó ir desde lejos, y el toro acabó ganando la pelea. No le bastó esta lección a Puerto, que pechó con una res que iba y venía a su aire, siguiendo sus propios designios; incomprensiblemente, Puerto se puso a citar por naturales y derechazos a los que el toro respondía poniéndole los pitones en el pecho.
El primero de Caballero, de grandes pezuñas, no se mantuvo en pie. Víctor Puerto exhibió una gran variedad de capa y muleta, también a lo ancho, que no a lo profundo, y permitió que le asesinaran en varas al primero, al que después trataba de darle una distancia que, mediante la inercia, supliera la falta de fuerza.
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