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Crónica:MÁLAGA | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Todos eran valientes

El cartel original estaba formado por toros de Domecq, a lidiar por Ricardo Ortiz, José Tomás y El Juli. Hubo cambio completo de reparto y, sobre todo, cambio de argumentos, porque lo que se esperaba terminara en tarde triunfal al uso, acabó en tarde de toros con sabor antiguo, emoción y grandes dosis de valor.

Fernando Cámara utilizó bien el capote, especialmente en el segundo, al que, tras una larga cambiada de rodillas, administró unas verónicas lentas, casi dormidas. Lució en el primero la mano izquierda, con la que se fue superando en series de naturales cada vez más bajos y mejor rematados. El cuarto toro era un ejemplar salido del armario del siglo XIX: de 621 kilos de peso y tocado con un par de pitones de los que hacen vacilar el ánimo mejor templado. Arruinó la carpintería de la plaza y lo que quedó por destrozar se lo cargaron sus dos hermanos siguientes. Pero tuvo poca fuerza, lo que no quiere decir poco poder y Cámara se fajó con él desde el principio, aguantando parones en el centro de la suerte. Nada que oponer a un trabajo torero auténtico.

Varias ganaderías / Cámara, Liria, Pura

Tres toros de Marcos Núñez, 1º, 2º y 3º, discretos de presentación y con genio; 3º, inútil, y tres de Joao Moura, excelentemente presentados, poderosos y difíciles, manso el 5º. Fernando Cámara: estocada honda ladeada (oreja); dos pinchazos, estocada -aviso- (ovación y saludos). Pepín Liria: media baja, media trasera tendida (ovación y saludos); volapié de perfecta ejecución (oreja, petición de otra y dos vueltas al ruedo). Juan de Pura: estocada baja (silencio); pinchazo, estocada contraria (ovación y saludos). Enfermería: al apuntillar al 2º, el subalterno Manuel García Martín fue alcanzado, sufriendo una herida de dos trayectorias en el tercio superior de la pierna derecha, de pronóstico grave. Plaza de la Malagueta, 18 de agosto. 14ª de abono. Tres cuartos de entrada.

Igualmente espectacular el quinto, si bien con menos pitones, pero con más fuerzas, nada picado, derribó en la única entrada, difícil en banderillas y aculado en tablas; nos dio ocasión de ver a Pepín Liria de rodillas, aguantando una peligrosa embestida cruzada y dando una lección de toreo antiguo y moderno, en una faena breve, conocedora de los terrenos, valiente y honrada. No hubo toro colaborador ni se alcanzaron cotas de recreo artístico, pero en todo momento tuvo lugar una lucha viril y honrada.

Juan de Pura recibió al sexto con una apretadísima larga cambiada de rodillas y confirmó en unas buenas verónicas las posibilidades exhibidas en el tercero, que, aquejado de una pronta disnea, se echó en mitad de la faena. El último se fue quedando y aprendía: el torero también se quedaba quieto y veía cómo los pitones le rozaban por la derecha y lo medían estremecedoramente por la izquierda. Aceptó el envite, demostrando que lo poco que lleva toreado no fue obstáculo para una labor en la que deberían fijarse los empresarios.

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