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Una banda tima 54 millones al simular que doblaba billetes con un producto químico

Una banda logró estafar 54 millones a cinco industriales sevillanos a los que lograron hacer creer que podían multiplicar sus billetes por dos con un proceso similar al de la reproducción fotográfica, casi por arte de birlibirloque. La Guardia Civil de Sevilla ha detenido a 10 personas por estos timos, de los cuales siete son de origen subsahariano y tres andaluces.

Para ejecutar el ya conocido como el timo del negativo, se cuidaba hasta el último detalle. Así, los contactos se realizaban en discotecas y locales de alterne a donde los timadores acudían vestidos con trajes de Armani y con la correspondiente exposición de joyas de oro en cuello y muñecas para proyectar una imagen de riqueza.

Al primo elegido le enseñaban dos billetes cubiertos de una sustancia blanca, que se colocaban a modo de bocadillo de uno legal que debía proporcionar el primo, quien, al verlos blancos, pensaba que se trataba de papeles. Los delincuentes lo envolvían en papel de aluminio y le inyectaban un líquido pestilente -hecho de revelador, amoniaco y lejía-. Al rato, abrían el paquete y aparecían tres billetes totalmente legales. Por supuesto, el timado creía que eran los misteriosos negativos de billete de los que hablaban los delincuentes, transformados en moneda.

Convencido con la prueba, el timado acudía a una nueva cita con dinero en efectivo (un industrial sevillano llegó a poner 24 millones). En el lugar de encuentro, los timadores envolvían los billetes con los supuestos negativos en un paquete en el que inyectaban los líquidos y lo introducían en un barreño. Entonces apagaban la luz 'para que funcionara el revelador' y aprovechaban para dar el cambiazo al paquete por otro idéntico lleno de cartulinas negras recortadas.

Cuando la luz se encendía, le decían al timado que lo introdujera en un frigorífico durante 24 horas para que los reactivos actuaran y que de cada billete salieran tres: el original más una copia para quien había puesto el dinero y otra para ellos. Pero al día siguiente, lo único que había en la nevera era cartulina negra muy fría.

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