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Decepción con champaña en casa de la familia Redolat

'¿Ha ganado este chico?'. La pregunta la hacía una vecina de los padres de José Antonio Redolat poco antes de que comenzara la final de 1.500 metros, al ver a varios periodistas esperando en el patio del edificio. 'No, no, si la carrera no ha empezado todavía'. En el sexto piso de la casa, la familia de Redolat, sus padres y hermanos, se apretujaban delante del televisor con los nervios a flor de piel, recién llegados del chalet donde pasan las vacaciones. Ahí estaba Pepe, su padre, explicando cómo iba a ser la carrera: 'El Guerrouj tiene la suerte de tener dos liebres que van a correr para él, pero mi hijo está de cabeza muy bien y le veo muy fuerte'. Magdalena, la madre, la más nerviosa de todos, se levantaba continuamente del sillón. 'No puede ver la carrera ni quedarse sentada, tengo que decirle 'siéntate, que va bien', comenta su marido. También estaban los hermanos de Redolat, Miguel Ángel, de 21 años, corredor de 800 metros en el club València, Terra i Mar, y María José, la hermana mayor, de 29 años, que le regaló una pulsera al atleta para que le diera suerte en Edmonton.

'Hoy es el único día que no ha llamado por teléfono', comentaba Pepe. Junto al televisor una mesita recogía varios trofeos de José Antonio. 'Nos conoce todo el mundo en el barrio, casi no podemos bajar a la calle, pero esto es muy bonito. Lo único malo es que la gente no sabe mucho de atletismo y cuando les dices que tu hijo ha quedado tercero va y te dicen 'pues qué pena que no haya ganado', añade Pepe.

'Que es sexto del mundo'

'Nosotros ya estamos contentos porque haya llegado a la final de un deporte tan difícil y, pase lo que pase, lo vamos a celebrar con champaña', decía el padre. La ilusión de antes de la carrera se transformó en decepción al compás de los metros que retrocedía Redolat en el grupo de corredores. 'Tiene que hacer 56 segundos en la primera vuelta', comentaban los familiares. Cada vez más atrás, el atleta valenciano descolgó las esperanzas de medalla depositadas en él, pese a los intensos gritos de apoyo. Eso sí, tras la carrera hubo champaña para todos. 'Es una pena, con las carreras que ha hecho y se ha quedado atrás muy pronto', se lamentaba Magdalena, la madre.

El día después, ayer, se vivió con una mezcla de sentimientos. 'Nos ha explicado [Redolat] que se sentía pesado. Todo el mundo nos dice que ha sido una lástima, pero bueno, ¡que es el sexto del mundo, ¿eh?!', decía su hermano Miguel Ángel. Por la calle, en los comercios, todos paraban a los familiares. '¿Ha ganado este chico?', preguntaba algún despitado cuando les veía pasar.

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