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Campeonatos del Mundo de Edmonton | ATLETISMO

El robot y el gorrión

La rusa Yegorova carga con el título de 'mala oficial' de los campeonatos

Carlos Arribas

Algo parecido a lo que puede sentir un reo ante un tribunal debió de sentirlo el sábado Olga Yegorova ante un centenar de periodistas de todo el mundo. La fondista rusa, que había dado positivo por EPO en una competición el 6 de julio, acababa de ganar la final mundial de 5.000 metros, donde había podido competir porque la Federación Internacional de Atletismo no tiene muy claras las norma de la lucha antidopaje y por la falta de armonización entre gobiernos, organismos y demás entes con poder. El análisis que en otros deportes, como el ciclismo, es prueba irrefutable, para otras, como el atletismo, es sólo un argumento a medias.

Fue una victoria triste la de la Yegorova, y las horas posteriores, las habituales de celebración, tampoco fueron muy alegres. Cuando a falta de 150 metros, en la última curva, la rusa se despegó definitivamente de Marta Domínguez y la etíope Worku, el estadio no estalló con ese rugido de expectación habitual en otras carreras, pese a los esfuerzos para calentar el clima de una magnífica banda de percusión que anima rítmicamente las pruebas del fondo. No, en la recta final de los 5.000 femeninos hubo pocos aplausos y algunos abucheos. Y Yegorova, después de ganar, no se quedó en la pista, como hacen todas, para esperar a las rivales, darse la mano y la enhorabuena, no. La rusa, mirada fría y distante, mirada de resentimiento, cogió rápidamente una botella de la muy diurética agua Dasani que le tendió una voluntaria, y a grandes zancadas, sin apenas bajar la velocidad, se dirigió a la rampa que asciende en zigurat hacia la zona de entrevistas, dirigió una mirada final de despecho al estadio, y desapareció. '¿Qué quería el público que me retirase?'. No tuvo derecho a la vuelta de oro, a los 400 metros envuelta en la bandera rusa. A la gloria de los campeones. Para muchos no era una campeona.

Más información
RWR
Diario AS:: Edmonton 2001

Lo dijo claramente Gabriela Szabo, la menuda rumana de aire, engañosamente frágil, pura fibra en realidad, que corre dando ligeros botes sobre la pista. El gorrión, la han bautizado, como si a la fragilidad hubiera que añadirle un matiz de desamparo. 'No puedo competir contra robots'. Definió a su rival, a su enemiga. La prensa ya lo ha aceptado. Yegorova, pese a su físico de fondista, su menudez, su delgadez casi anoréxica, es el robot. Por sus venas corre sangre artificial. Sus arterias bombean a los músculos sangre enriquecida, oxígeno generado por inyecciones de eritropoietina y no por el duro trabajo y los entrenamientos sin tregua. La mala oficial del mundial. Inhumana en su seguridad, en la fuerza con la que arrasa al final. Nada que ver con la siempre simpática Marion Jones. Ni con la pobre Szabo, que acabó descuajaringada la final del 5.000. O con la persistente Paula Radcliffe, otra enemiga declarada, la de la pancarta de Fuera tramposas de EPO, la inglesa que mueve la cabeza lastimosamente y siempre pierde con las africanas. El maniqueísmo siempre triunfa. El robot destrozando sin compasión al pobre gorrión. Como si todo fuera tan sencillo.

Yegorova, de 29 años, es una mujer dura. En el juicio con decenas de fiscales en que se convirtió la conferencia de prensa conjunta de las tres medallistas, fue fría, distante, se escudó en sus respuestas en ruso y en el filtro de un traductor. Se comportó con soberbia ante la inquisición. 'Esto ya es demasiado', llegó a decir Marta Domínguez. 'Estas ruedas de prensa son para que las atletas contemos nuestra vida, no para responder a veintemil preguntas sobre dopaje'. Domínguez, precisamente, la que más favorecida saldría de una condena de la rusa, la que podría postularse como ganadora moral de la medalla de oro, salió en defensa de la acorralada rusa.

No es que necesitara ayuda, por otra parte. Seca y segura, Yegorova contestó a todas las preguntas sin titubear, sin cambiar la expresión de hastío de su cara.

-Si no se ha dopado, ¿cómo explica entonces toda su mejora en los últimos meses?

-Me he entrenado muy duro, y me he concentrado en altura, donde he ganado en resistencia y en calidad.

-¿Por qué corrió?

-No me considero culpable de nada. La IAAF no me ha condenado.

-¿No le ha afectado la polémica con Szabo?

-En un 80% ha sido una distracción, un engorro para mi concentración, y en un 20% me ha dado fuerza para competir con más ganas.

-¿Compensa la victoria todo lo que ha pasado?

-La medalla no es más que un trozo de metal. Si la quiere se la regalo. La medalla en sí no es lo importante. Esto es sólo deporte, la vida sigue. Es bonito ganar, pero no es lo más importante de la vida.

-Szabo no le considera a usted la campeona.

-Szabo es una gran atleta, sólo que no tuvo suerte en la carrera. Le deseo todo lo mejor. No tengo nada contra ella. Gané la prueba en la pista, de una manera justa.

-¿Por qué no ha dado la vuelta de honor?

-Lo siento. Se me ha olvidado.

Yegorova llora, tras la final, por los silbidos del público.
Yegorova llora, tras la final, por los silbidos del público.EL PAÍS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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