'Ni el caos ni el orden definen al artista'
Pintor vanguardista que desmitifica la vanguardia, aficionado al fútbol que, sin embargo, ama el césped vacío, trabajador sin horarios pero defensor del orden y la organización, el guipuzcoano Jesús María Lazkano cree que la pintura debe acercarse a los espectadores.
Pregunta. ¿La pintura es, en realidad, una forma de poesía?
Respuesta. Todo lo artístico trata de trascender a lo que es evidente y objetual. Llegar más allá y encontrar cosas detrás. En la fachada de la imagen tiene que haber una invitación a encontrar otras cosas. Yo trato, a partir de la realidad, de encontrar otras cosas de las que aparentemente veo. Ahora que nos quedamos en la superficie, que nos interesa lo espectacular, se trata de reivindicar la posibilidad de detenernos ante las cosas. La tranquilidad es totalmente anacrónica porque pensamos que no podemos parar. Nos sentimos más cómodos en la marea.
P. ¿Se necesitan tantas cosas para explicar una obra?
R. No, yo creo que no. Las cosas hay que sentirlas. Cuando necesitas casi un manual de instrucciones para entender lo que te quieren decir, es que algo falla. Probablemente se están escondiendo más incapacidades que mostrando habilidades. La pintura tiene que facilitar ese acercamiento.
P. ¿Y quién lo pone más difícil, los pintores o los críticos?
R. Yo creo que los pintores. Y más que los pintores, el arte contemporáneo, que ha favorecido mucho esa especie de divorcio entre el hecho artístico y la apreciación de la gente común. Al final, un cuadro te gusta o no te gusta. Y, bueno, los artistas tampoco han ayudado. Les ha gustado mantenerse en esa especie de aura distante y extraña en la que ellos pueden hacer todo y si no les entienden, no pasa nada. Incluso algunos dicen: 'Mejor que no me entiendan'.
P. A usted siempre le han situado en la vanguardia. ¿Cuándo se deja de estar en ella?
R. La vanguardia no deja de ser un mito. La vanguardia es estar siempre por delante, pero, ¿por delante de quién, cuándo y dónde? Puedes ser vanguardia aquí, pero igual no en Corea. Todo es relativo. Estar en la vanguardia es un adjetivo. Tu trabajo sigue teniendo el mismo valor, independientemente de que seas o no vanguardia. Lo que ocurre es que la vanguardia se ha asociado siempre a lo nuevo. Y volvemos a lo mismo: dónde está lo actual, quién decide lo que es actual. Lo mejor son los proyectos personales y la coherencia con esos proyectos. Si eso ocurre, es fácil que te conviertas en vanguardia. Pero eso no le da más valor al trabajo.
P. ¿Por qué Bilbao ha tenido tanto embrujo en los pintores y los escultores vascos?
R. Era lo más cosmopolita que había en el País Vasco. Con sus luces y sus sombras, era un punto de conexión con el exterior, el paso para salir. Para mí, que venía de una zona rural, ese derroche espacial, de desapego con la propia geografía, era brutal. Me impactó mucho.
P. ¿Tanto le subyugó Bilbao, que se hizo del Athletic siendo guipuzcoano?
R. En casa, en Bergara, siempre hemos sido del Athletic. Quizás porque Bergara es casi frontera y siempre hemos tendido más a Bilbao que a San Sebastián. A pesar de que entonces, Bergara tenía un jugador en la Real, Gaztelu, éramos del Athletic.
P. Habla mucho del color en el fútbol. Del verde en el fútbol.
R. Tengo un recuerdo impactante de mi primera visita a San Mamés. Subías por la calle Briñas, en cuesta, y de repente, por una de las entradas, ¡zas!, ese verde casi fluorescente, perfecto, abstracto. Nada que ver con el Bilbao que me asustaba de pequeño. Ese campo ya era mágico. No tiene nada que ver encontrarte a 34.000 personas, contentas antes del partido, que frente a un campo verde y vacío.
P. En sus paisajes huye de las personas. ¿Es una actitud vital?
R. Ni mucho menos. Siempre he intentado que mi trabajo sea lo más atemporal posible. Se puede ser moderno tanto con lo actual como releyendo la historia pasada. Porque nosotros somos lo que ahora somos, más la memoria de lo que ha ocurrido. Ese participar de la memoria del pasado es muy importante. Siempre he intentado que la datación de un cuadro sea atemporal. Y el hecho de incorporar personajes en la escena da una clave de cuándo ocurrió realmente.
P. Busca la eternidad.
R. Más o menos. Hay elementos de un paisaje que determinan el tiempo. Pero no sabes si esa imagen es con el edificio recién terminado o 2.000 años después. Te da una ambigüedad que provoca un estado de ánimo, una emoción que el hecho de incorporar personas podría restarlo.
P. ¿Cuándo y cómo coge vacaciones un pintor?
R. No cogemos vacaciones. Esa idea de trabajo y no trabajo, en nuestro caso no existe. Podemos coger rutas turísticas, digamos tradicionales, pero seguimos mentalmente trabajando: la actitud ante las cosas es parecida. La mirada alerta y la tensión creativa son permanentes.
P. Además de pintor, ha sido escalador.
R. Sí. Igual es feo decirlo, pero creo que escalaba muy bien. El riesgo, los acercamientos a la topografía, a la vertical y al monte han influido en mi pintura y en mi forma de entender el mundo. Ese contacto físico con las cosas, con la pared, está latente en algunas series de grandes paisajes. Se nota la pérdida de horizonte, el espacio inabarcable.
P. Usted es minucioso y organizado. Eso contrasta con la imagen del pintor de vanguardia.
R. Sí, con la idea del pintor bohemio, caótico, sin horarios. Soy metódico y eso te lleva a hacer determinado tipo de pintura. Pero ni por ser más caótico eres más artista, ni por ser más organizado lo eres menos. Hay que romper los mitos. Las horas de trabajo, la permanencia con tu propio lenguaje es fundamental.
P. Decía un crítico que al arte de vanguardia le ocurriría como al jamón de Jabugo, que 20 años después no quedaría nada.
R. El arte de vanguardia, como definición, no puede morir. Siempre será algo que va por delante. Como concepto es imperecedero. Que los productos nacidos exclusivamente de la vanguardia mueran, puede ser. Pero también pueden morir los de la retroguardia.
P. ¿Es un pintor caro?
R. No soy barato, no. Pero todo es relativo. Durante años he sido un pintor baratísimo, pero no vendía. Y no pienso que mis cuadros sean ahora muchísimo mejores que entonces. Hay otros valores, que son como plusvalías, en la obra.
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