Las chicas doradas del atletismo español
Natalia Rodríguez y Nuria Fernández disputarán la próxima madrugada la final de 1.500
Cuando a Nuria Fernández se le advirtió de los peligros que corría si seguía abusando de su táctica habitual de infiltrarse en la cabeza, esto es, abriéndose huecos imposibles entre las rivales a fuerza de codos y decisión, la atleta madrileña nacida en Lucerna (Suiza), respondió: 'Es que andaba muy apurada de tiempo y no veía por dónde colarme'. La misma maniobra, con la que se arriesga a un codazo más fuerte o a una descalificación, la puso en práctica en series y en semifinales. Ésta es Nuria Fernández, de 24 años, una de las dos españolas que estará mañana en la final de los 1.500 metros femeninos. Decisión y narices empujadas por una larguísima zancada que le hace entrar a menudo en conflicto con sus rivales.
Cuando a Natalia Rodríguez le preguntaron si había pasado apuros en su semifinal cuando se cayó la polaca Chojecka y a la norteamericana Suzy Favor-Hamilton la sacaron de un codazo a la cuneta, la atleta de Tarragona, tímida y de aire frágil, respondió suave: 'En aquellos momentos me quedé un poco descolgada. Iba en la cabeza y me quedé octava o novena. Y me dije, o bien acelero súbito, cambio fuerte de ritmo, y las cojo enseguida, aun a riesgo de quedarme sin resuello si hay otro cambio al final; o bien subo poco a poco, en progresión tranquila y las alcanzo con tiempo. Hice lo segundo, y me fue bien'. Ésta es Natalia Rodríguez, de 22 años, 1,65 metros, 49 kilos, pelo rubísimo atado en cortas trenzas rasta. En los últimos 100 metros de la semifinal se colocó detrás del primer grupo, controló y observó. Calculó sus fuerzas y sin dar la sensación de exprimirse al máximo, adelantó fácilmente puestos hasta terminar quinta. Estará con Nuria en la final. Por primera vez, dos españolas en la final de una de las pruebas más importantes del atletismo. Los 1.500 metros. La prueba de Gabriela Szabo y Violeta Szekely, las dos enemigas rumanas.
La fuerza de Nuria arrasa y arrolla. Es una atleta que vive al límite sin complejos. La clase de Natalia deslumbra. Los expertos se frotan las manos anticipando el gran futuro que le espera. 'Una es tobillos y la otra es potencia', explica gráficamente un especialista. Los 1.500 son la prueba del compromiso, la carrera que exige un potencial físico extraordinario para estar casi cuatro minutos al máximo de la capacidad y, encima, tener aún una marcha oculta para en los últimos 100-200 metros poder estar por encima del 100%, y la carrera que exige una eficiencia única de pisada y amplitud de zancada, lo que se llama saber correr. Tener tobillo.
El ejemplo es Gabriela Szabo, la rumana que corre casi de puntillas, pisando de metatarso, como Haile Gebrselassie. Natalia, dicen, tiene los mismos tobillos de la Szabo, unas articulaciones que le permiten una pisada rapidísima y ligera. Uno se la imagina corriendo sobre la nieve sin dejar rastro de sus pisadas. Mientras Nuria, la potente, empezó en 400 metros, pasó a 800 y no descarta acabar en los 3.000 o 5.000, Natalia, la de los tobillos, es una milquinientista de pura raza. Una atleta discreta que trabaja en Tarragona con su entrenador de siempre, Escalona.
En teoría, ambas, la furia y la cabeza, poco tendrán que decir en la final, la carrera que se prevé sea un duelo rumano con aportaciones secundarias de rusas y polacas. Pero nunca se sabe. De todas maneras las dos se dan por satisfechas con lo conseguido.
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