Una plaza con buena estrella
El saber o la suerte son determinantes para acertar en reunir varios días seguidos unas cosechas de toros que embistan. Lo han conseguido en El Puerto. Siguiendo con las matizaciones, cuando un toro de Jandilla embiste, se debe saber que lo hace con codicia y, como es plaza lista, no permite ni tanto así a la torería. Fueron bravos y nobles segundo y tercero, basto el uno y fino y más avisado el otro. El único planteamiento era tirar hacia adelante, llevar los engaños bajos sin que fuesen alcanzados, es decir, templando, y no dudar nunca, receta simple en la teoría, pero de rara práctica, que ayer consumaron Conde y Abellán.
Javier Conde estuvo decidido con el capote y abrió la faena espléndidamente con unos doblones que crujieron a su enemigo; luego vinieron tres series de derechazos de mano baja, que fueron irreprochablemente ligados, y dos de naturales dando sitio y acertando ritmo y distancia; se adornó lo justo y con gusto y se equivocó, tal vez, al querer matar en la suerte contraria. Del quinto se divorció sin llegar a tirarse los trastos a la cabeza.
Varias ganaderías / Espartaco, Conde, Abellán
Dos toros de J. P. Domecq, 1º y 5º; dos de Jandilla, 2º y 3º; dos de Parladé, 4º y 6º. Espartaco: cuatro pinchazos, estocada caída, descabello (división de opiniones); pinchazo, estocada caída (oreja protestada). Javier Conde: dos pinchazos, dos descabellos (vuelta con protestas); bajonazo (ovación). Miguel Abellán: estocada desprendida, descabello (oreja); tres pinchazos, estocada caída (oreja).Plaza de El Puerto, 5 de agosto. Dos tercios de entrada.
Abellán, además, tuvo el acierto de embarcar dos pases de largo al tercero y, si bien no se entendió con la izquierda, consiguió momentos de buen toreo. Recibió al sexto con dos largas cambiadas y verónicas a pies juntos; el toro se vino arriba en el último tercio y embistió con codicia, lo que resolvió Abellán con series limpias de principio a fin, refrendadas esta vez con un mejor uso de la izquierda, con la que, no obstante, hay que limar el defecto de abrir al toro en demasía. Sufrió tres volteretas, dos de ellas al entrar a matar.
Espartaco aguantó toreramente las intemperancias del primero y puso mucha voluntad en el cuarto.
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