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Crónica
Texto informativo con interpretación

Márquez, quinto en la marcha triunfal rusa

Carlos Arribas

David Márquez, joven, rubio, 24 años, alto de 1,83, y delgado de 60 kilos, reputado por su fina técnica, es el hombre agazapado del atletismo español. Antes de la prueba de 20 kilómetros marcha era una presencia inexistente, a la sombra de un Paquillo Fernández que asumió sobre sus magras espaldas toda la responsabilidad de la marcha española. Durante la prueba fue otra presencia casi invisible, siempre presente en el pelotón de cabeza, aguantando las sucesivas reducciones. Estuvo en el pelotón de 35, siguió cuando se quedó en 25, y también cuando fueron 12 los que resistieron el ritmo acelerado de tres rusos enloquecidos y ansiosos.

Y cuando sólo quedaban cinco, y el pobre Paquillo, figura enjuta, se había retirado doblado por la falta de fuerzas, también seguía allí David Márquez, detrás del trío ruso, de Markov, el veterano campeón del mundo de Sevilla 99, de Burayev, el jovencito (19 años), el primer júnior que ha ganado una prueba de Copa del Mundo y de Rasskazov, el mediano, el triple campeón de Rusia, y detrás del australiano Deakes, otro corredor de su misma generación. Iba con ellos. 'Y en algún momento llegué a pensar que podría ganar una medalla, que podría subir al podio', dijo luego. Pensaría en el ejemplo de María Vasco, su compañera de equipo en Barcelona, que perseveró y alcanzó el bronce en Sydney.

Cuando los tres rusos, a falta de un kilómetro, lograron despegarse de los dos que les sobraban, y se fueron a por las medallas prometidas (oro Rasskazov, plata Markov, bronce Burayev), Márquez se quedó tras Deakes. 'Y pensé también que le podía coger. La verdad es que tenía fuerzas, pero me fallaron las piernas'. Y llegó quinto. 'Esperaba como mucho quedar entre los ocho primeros, pero no ser quinto. Lo que tampoco me esperaba fue el desfallecimiento de Paquillo', reconoció.

Los rusos, que repitieron el monopolio de podio logrado por la marcha soviética en los Juegos de 1956, en Melbourne, reivindicaron desde el triunfo la pervivencia de la escuela soviética de marcha. Márquez, también podría reivindicar la escuela catalana. O sea, el trabajo de Marín o Llopart, antiguos marchadores que no cesen de crear cantera. Márquez practicaba el atletismo en la escuela Viladecans, cerca de Barcelona, cuando le detectaron para la marcha. Trabaja con Marín, junto a Vasco y Valentí Massana, el hombre de la generación anterior, siete años mayor, el marchador al que poco a poco le va pisando los récords. El último, el de los 30 kilómetros.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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