_
_
_
_
Entrevista:ANDREA BRONSTON | Actriz y cantante | LA ENTREVISTA DEL VERANO

'La tele engorda cinco kilos, y el cine, siete'

Nacida en Hollywood, hija del 'amoroso gordinflón' Samuel Bronston, cuarta de seis hermanos de diversos padres y madres; ambidiestra, voz oficial de Amena y Telefónica Internacional, actriz secundaria, cantante, políglota pura, 40 años cumplidos (y muy bien llevados), brazos largos, pecas por doquier, dobladora al español de las canciones de las películas Disney, ex novia de Camilo Sesto durante casi una década, Andrea Bronston es una superviviente nata a dieta permanente. Para demostrarlo, pide un capuccino y promete que eso va a ser lo único que tome.

Pregunta: Nadie diría que necesite ponerse a régimen.

Respuesta: Claro, mis sufrimientos me cuesta. Lo hago por las lentes. La de la tele engorda cinco kilos, y la del cine, siete. Está demostrado. Así que tienes que estar asquerosa. El otro día rodé con Ángela Molina, que es un encanto, una tía para comérsela con papas, y es un esqueleto andante.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

P. ¿Qué rodaban?

R. Piedras. Ella es la prota y yo hago una fugaz aparición. Pero menos da una... piedra.

P. ¿Y qué más anda haciendo?

R. He hecho también un papel en Hongos, de Ramón Salazar, ese chico que ha ganado tantos premios con sus cortos. Es un tío de ley. Muy agradable. Un gusto.

P. ¿Es que hay mucho tirano suelto?

R. Hay así. Y si no eres importante, que es lo que me pasa a mí, peor. Pero voy aprendiendo y de alguno hasta me he hecho amiga. Ahora parece que tengo más suerte y voy encontrando a gente simpática. Pero hay muchos que se lo creen y no deberían. Mi padre me enseñó que había que ser amable con todo el mundo en el cine, porque es un oficio en el que, sin los demás, tú no serías nadie. Y es verdad, una sonrisa te lleva al huerto mucho mejor que una mala palabra o un grito.

P. ¿Qué más le enseñó su padre?

R. Que la primera toma siempre es la buena, en la vida y en el cine.

P. ¿Cómo empezó su contacto con el artisteo?

R. Me corre por las venas, soy la única de mis hermanos que nació en Hollywood... Bueno, terminé de estudiar en el colegio a los 16 y mis padres me mandaron a Londres un año con Miguel y Lucía Bosé. Nos matriculamos en la escuela de Dramatic Arts y nos hicieron un examen horroroso: teníamos que recitar a Shakespeare, bailar y cantar. Aprobamos canto y baile, pero Shakespeare nos lo catearon. Nos dijeron que teníamos talento, que estudiáramos y volviéramos al año siguiente. Así que estuvimos de pendoneo un año. Era a mediados de los setenta, y por allí andaban Warhol, Bowie... Era la época de los punkis, las plataformas... Miguel se pintaba las uñas de negro. Nuestro apartamento era una locura.

P. ¿Mucho sexo, drogas y rock and roll?

P. Sexo y drogas todavía no, entonces era muy puritana. Me valía con ir de carabina a ver a los amigos de Miguel. Creo que tengo los ojos grandes desde entonces.

R. ¿Y cómo se hizo tan amiga de los Bosé?

P. Mi madre se puso enferma y mi padre decidió llevársela a América. Yo preferí quedarme aquí y me fui a vivir a Somosaguas con ellos. Era un matriarcado absoluto. Lucía y la tata, que eran maravillosas, me vigilaban mucho, pero siempre hacíamos nuestras escapadas. Hasta que mi padre se hartó y me mandó a Washington a estudiar arte dramático en la Universidad Católica. Y eso que no éramos católicos.

P. ¿Y entonces?

R. Estuve dos años y medio, me diplomé y volví. Me llamó Miguel, que había empezado a cantar y había grabado el disco de Linda y Nena y me fui a hacerle los coros. Nunca lo había pensado, pero me hice cantante por su culpa.

P. Y se olvidó de ser actriz.

R. Sí. Mi padre estuvo mal 20 años, con Alzheimer, y siempre tenía un proyecto entre las manos. Su gran ilusión era lanzarme como actriz, pero ya nunca hizo más películas. Lo dejé aparcado y cuando murió, en 1994, lo recuperé. Era un poco tarde, porque todo el medio sólo conocía mi fachada de cantante. Pero soy mejor actriz. Sólo hace falta que me dejen demostrarlo.

P. Y entretanto sobrevive.

R. Un poco de todo, sí. Cantando en series, en grabaciones de discos, haciendo jingles, de locutora en inglés para Telefónica, doblando pelis para Iberia... Así empezó también Leonor Watling, tiene gracia.

P. ¿Y cómo vivió la historia del triunfo y la caída de los estudios Bronston?

R. Sin darme mucha cuenta, era muy pequeña entonces. Sabía que él era ruso de origen, primo segundo de Trotsky, y que su madre y sus nueve hermanos se exiliaron en París cuando la revolución. Tenían poco dinero, así que hizo de todo, hasta fue fotógrafo del Vaticano. Y se casó con Dony Bogatchek, una pianista cuyo padre tenía un cine. Ahí empezó todo. Se fue a Los Ángeles, conoció al marido de mi madre, Roberto Haggiag, se hicieron muy amigos, se asociaron y luego se casó con mi madre. Como trabajaba contratado y no podía hacer lo que quería, lo dejó todo otra vez y se vino a España. Hollywood consideró eso una traición y nunca le dieron un Oscar.

P. ¿Y notó cómo iba llegando la ruina?

R. Cuando tenía 12 años noté que muchas amigas del colegio dejaban de hablarme, no me invitaban a fiestas. Sería cosa de las tontas de sus madres, seguro. Las vacas gordas duraron sólo ocho años, y cuando empezaron los problemas nos fuimos a vivir a una casa más pequeña.

P. ¿Le ayudó el apellido?

R. Más bien me cerró puertas.

P. ¿Lo utilizó alguna vez?

R. Siempre he sido bastante solitaria, muy independiente, y me ha costado mucho pedir ayuda. No vi una peseta de la herencia y ni siquiera le pedí trabajo a José Frade, que se quedó con los derechos de las películas de mi padre después de que se los embargara el Banco de España.

P. La veo desencantada...

R. Sí. Esta profesión es muy dura si no tienes suerte. Muy puñetera. Canté por medio mundo, primero con Miguel y luego con Camilo, y cuando intenté cantar en solitario las discográficas no me aceptaron. Una porque ya no salía en las revistas 'como antes'. Y otra me dijo: 'Primero ponte tetas y luego veremos...'. Me quedé como un trapo.

P. ¿Y el cine es igual?

R. Te sonríen a la cara y te apuñalan por detrás. Hay mucha careta, mucha envidia y poca sinceridad. Pero me da igual. Yo sigo yendo a los castings y diciendo las verdades sin pudor. Y no me acuesto con nadie por trabajo. De momento he metido ya el dedo gordo, y ya meteré el tobillo y la pierna entera.

Andrea Bronston, en Madrid.
Andrea Bronston, en Madrid.MIGUEL GENER

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_