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Crítica:CLÁSICA | GREC 2001
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Músicas y tropelías

Con un viento en algunos momentos desatado, circunstancia poco deseable en cualquier manifestación musical, hubo en esta sesión del llamado Grec, por fortuna, más música que tropelías, aunque estas últimas, desde luego, sobrasen: larga espera en la calle, confusión por megafonía de concierto con espectáculo, descanso con el público prácticamente a oscuras y, la peor de todas, la amplificación del sonido, en la que el Grec es reincidente y que, muy particularmente en este caso, adulteraba el sonido de los instrumentos y el de la música de toda una época, no pensada ni escrita para ir acompañada de un despliegue tal de decibelios. Si el recinto no era el adecuado, haber buscado otro y si no se encontraba, no haber hecho el concierto. Claro que como la música conocida como clásica es la hermana pobre en la programación, ya no extraña que suceda esto.

Folias & Romanescas

Jordi Savall, viola de gamba, y Xavier Díaz, tiorba y guitarra. Obras de Ortiz, Hume, Sanz, Ferrabosco, de Visée y Marin Marais. Convent de Sant Agustí. Barcelona, 17 de julio.

Y menos mal que ahí estaba, cual pararrayos, la figura insigne de todo un Jordi Savall y la música hermosísima de un programa trazado con su perspicacia, inteligencia y buen gusto habituales. Extraña, sin embargo, que un músico tan meticuloso y riguroso como Savall accediese a tocar en tales condiciones, con una amplificación que suponía un riesgo al convertir en más perceptibles los posibles fallos. Como Savall no los comete, y Xavier Díaz tampoco lo hizo, el riesgo pareció no existir.

Aunque sea repetir lo mismo por enésima vez, debe decirse que Savall es un extraordinario intérprete, de solidísima técnica, un programador exquisito y modélico, del que nunca se alabará bastante su investigación, estudio y promoción del patrimonio musical español. Esta vez con la viola de gamba hizo auténticas diabluras, siempre dentro del máximo rigor estilístico. Y no le fue a la zaga un Xavier Díaz que, con tiorba y guitarra, fue otro modelo de bien tocar, bien interpretar y bien expresar.

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