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Los 'victorinos', aplaudidos en la Desencajonada

Los toros de Victorino Martín, los últimos que hicieron su aparición en el ruedo en la tradicional Desencajonada de julio, fueron los que arrancaron los mayores aplausos de la noche. Fue un espectáculo que llenó a rebosar el coso de la calle de Xátiva en una noche cálida en la que de nuevo miles de aficionados de todos los rincones de la Comunidad se dieron cita.

Abrieron el festejo los alumnos de la Escola Taurina, José Antonio Aparicio y Francisco José Romera. El primero estuvo voluntarioso y decidido con los rehiletes. El novillo, justo de fuerzas, se paró pronto en la muleta pero aún así supo hacerle una meritoria faena con la zurda premiada con una oreja. Romera, más puesto y también más templado de nervios, estuvo aseado en un trasteo que baso en la mano derecha. Como también se deshiciera presto de su oponente al usar el acero le valió un apéndice.

Tras la actuación de los alumnos el personal disfrutó con la desencajonada que iniciaron las reses de Valdefresno. Nada destacable mostraron sobre el ruedo los animales salmantinos pues salieron de las jaulas con parsimonia y sin grandes derroches de fuerza aunque mostraron espectaculares trapios.

Tras ellos los gaditanos de Jandilla mostraron iguales reacciones. Excepto el marcado con el número 137, Jacarandoso, que acusó el efecto de los tranquilizantes y sus bravas acometidas daban con su corpachón en el suelo ante la debilidad de sus extremidades. Este encierro se llevó algunos pitos.

Celestino Cuadri mandó tres y tres. Es decir, se pudo apreciar tras su liberación que la manada estaba enlotada con tres animales de mayor trapío y otros tres mas terciados y algunos justo de pitones. Y por último con muchos bríos, gran movilidad y haciendo bellas carreras saltaron a la arena los vitorinos que fueron a la postre los que levantaron los mayores signos de admiración del público que los valoró, no tanto por tener más romana, sino por lo parejo del encierro bastante cómodo de cuerna pero, sobretodo, por su comportamiento de toros bravos. Y eso, bravura, es lo que esperaba un público bullicioso que aprovechó la noche degustando copiosas y bien regadas cenas llamadas de sobaquillo.

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