Brasil estrena su casillero de triunfos, pero sigue presa del miedo
Perú recibió con miedo a Brasil, sin fiarse de la crisis que le ahoga desde hace tiempo. Pero fue aún mayor el miedo que Brasil se tuvo a sí misma. Y por eso decidió desaprovechar las bondades que le contó la cita desde su arranque (un adversario blando entregado de antemano, un universo para mover el balón con comodidad y un gol rápido para mandar a paseo los nervios) y dibujar otro partido deplorable. Lejos de aprovechar las posibilidades que le abría el 1-0, Brasil apostó por condenarse y enredarse voluntariamente en problemas que nadie reclamaba. Ganó, lo que ya es todo un acontecimiento, pero no lavó su mala imagen.
Volvió a mostrarse como un equipo vulgar. Miró al marcador y al juego con desconfianza. Tras un arranque correcto, en el que las incursiones de Beletti por la derecha insinuaron al fin un rasgo reconocible de la selección que fue, Brasil, muy rebajada de calidad en su alineación, apostó por entregarse a unas precauciones innecesarias y coquetear con otro fracaso.
Perú, como si en realidad le preocupara más no encajar un segundo gol que alcanzar el empate, aceptó acercarse al fin a la portería de enfrente. Sin un gramo de velocidad, sin recurso alguno, todas las opciones de Perú pasaron por acciones a balón parado y por ataques de pánico que le entraban a los brasileños en los asuntos defensivos.
Brasil, revolucionada con una alineación de acento conservador que contó hasta con seis novedades respecto al duelo ante México -Geovanni se quedó en el banquillo y Rochemback ni entró en la convocatoria-, trataba de poner toda la atención del mundo. Pero sin fe, dando un paso atrás presa del pánico al primer soplido del adversario. Sólo cuando Perú se quedó en inferioridad por la expulsión Salazar, y ya con Juninho Paulista, el del Atlético, y Denilson sobre el campo, Brasil comprendió que aceptando la pelota y atacando de vez en cuando le podría ir mejor. Juninho mandó la pelota al larguero y Denilson, con un globo sublime, elevó el 2-0. Fue entonces cuando Brasil, segura ya de la victoria y con Perú en el suelo, descubrió que tiene más calidad de la que se empeña en demostrar.
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