'Con los pilotos, resistir es ganar'
Se enfrenta a otra huelga de pilotos convencido de que no se trata de ganar una batalla, sino de imponer un cambio de cultura en una empresa en la que ahora cuentan los resultados. Mullor (Madrid, 1948) cree que los socialistas no tuvieron coraje para acabar con el problema.
Se subleva cuando ve un anuncio de la competencia 'haciendo el agosto' con la huelga de Iberia. Pero está convencido de que con los pilotos 'resistir es ganar'. Advierte de los peligros del cartel de pilotos de algunas compañías europeas y no cree que el relevo generacional de los pilotos sea la solución: 'Es fácil imaginar que repetirían las actitudes endogámicas del cuerpo' afirma.
'Nosotros seguiremos negociando, pero estoy seguro de que el conflicto se va a endurecer'
Pregunta. Pública o privada, Iberia vive amenazada por un mal endémico: el de los pilotos y sus reivindicaciones, siempre insaciables. No sé si estará dispuesto a explicar con sinceridad por qué en aquella etapa de empresa pública no se supo, o no se quiso, hincarle el diente al problema.
Respuesta. Iberia tiene un problema con sus pilotos que es muy parecido al que tienen todas las compañías que han tenido una historia parecida, que han sido empresas públicas: que nunca había mandado la cuenta de resultados. En aquellas empresas la reflexión era clara: si hay un problema con los pilotos que puede crear un problema de orden público, y ese problema se puede solucionar con dinero, se solucionaba con dinero, con dinero público, naturalmente. Y así se ha llegado a la situación actual, por esa filosofía a mi modo de ver nefasta.
P. Pero los gobiernos socialistas afrontaron la reconversión de Sagunto. No es fácil de entender que no fueran capaces de encarar el problema de los pilotos.
R. Bueno, la verdad es que hubo presidentes que intentaron hacerlo. Espinosa de los Monteros intentó hacerlo, nuestro predecesor Juan Sáez, y también Javier Salas intentaron hacerlo. Pero no tuvieron el apoyo político necesario para meterle mano al asunto. Y, al final, les dejaron colgados, precisamente en el momento en el que estaban dando la batalla seria por racionalizar las posiciones de los distintos grupos dentro de la compañía. Les dejaron colgados. Porque lo importante no era tanto ganar una huelga o perderla frente a los pilotos, sino cambiar toda una cultura que estuvo a punto de empezar a cambiar si se hubiera aguantado el tirón en aquellas épocas de los gobiernos anteriores. Es evidente que los socialistas no tuvieron el coraje suficiente para abordar los problemas de Iberia. Y, la verdad, ésa es una diferencia que yo he notado con el Gobierno del PP. Este Gobierno, durante los cinco años que nosotros llevamos, ha dejado absolutamente a los gestores que, con criterios de empresa, gestionemos la compañía. Y eso nos ha servido: uno, en los enfrentamientos que hemos tenido con algunos colectivos, sobre todo con los pilotos, y dos, en el proceso de saneamiento de toda la red de Iberia y en el que nos hemos enfrentado con casi todas las comunidades autónomas, con montones de alcaldes que nos han llamado de todo. Cuando esos poderes han intentado presionar al Gobierno les ha respondido: 'Eso es problema de Iberia'. Y a nosotros nos han dejado las manos libres.
P. Y, con las manos tan libres que tienen ustedes, ¿cómo es que no son capaces de solucionar el problema de los pilotos de una vez por todas?
R. Es que el problema de los pilotos no se arregla ganando una batalla como la de ahora. Es un problema de cambio cultural, que va a llevar años. Por otra parte, estamos sujetos a una legislación laboral que en este país, afortunadamente, es muy proteccionista de los derechos de los trabajadores. Pero, cuando los utilizan y abusan de ellos colectivos privilegiados como los pilotos, pues están desnaturalizando y abusando de esa protección. Y no sólo abusan de esos derechos, sino que están haciendo rehenes, de esos supuestos derechos suyos, a toda la población. Empezando por sus propios compañeros de la empresa, que son los que pagan el pato y los que se tienen que enfrentar con los clientes.
P. Pero sus pilotos, señor Mullor, andan muy crecidos. Y además están obteniendo el apoyo de los pilotos de otras compañías europeas. Parece que se está fraguando algo muy grave, ¿no?
R. ¡Sin duda, sin duda! Los pilotos de toda Europa están yendo hacia un proceso de cartelización, creando un cartel. Pero, al mismo tiempo, en Europa hay compañías, algunas de ellas muy fuertes, que están realmente con el agua al cuello. Sabena está a punto de presentar suspensión de pagos, Swissair ha perdido este año más dinero que en toda su vida, AOM está también en suspensión de pagos. Todas las que no se adapten van a caer, inexorablemente. Y ese cartel de los pilotos ha surgido precisamente porque ellos perciben que su situación histórica de privilegio se está acabando, se les acaba. Es su forma de intentar detener un proceso de racionalización empresarial del que surgirá inevitablemente un cambio al que ellos no están dispuestos. Lo que no quieren ver es que ese cambio es imprescindible para sobrevivir. Porque, si no cambiamos ya, hay multitud de empresas pequeñas que están creciendo rapidísimamente, que nos puede hacer desaparecer en algunos años de algunos mercados.
P. Lo cual no les debe hacer mucha gracia a los actuales propietarios de Iberia. Tampoco ustedes, como empresa privada, han sido capaces de poner pies en pared.
R. ¡Llevamos ya cinco años actuando con los parámetros de una empresa privada! Y eso se nota precisamente en que, en los últimos conflictos con los pilotos, la empresa no los ha resuelto, como se hacía antes, disparando con pólvora del rey, sino partiendo de la base, irrenunciable, de que cualquier acuerdo tenía que ser soportable por nuestra cuenta de resultados, como así se ha hecho. Hemos tenido conflictos muy duros con los pilotos, y en todos los casos hemos llegado hasta donde nuestra cuenta de resultados nos lo ha permitido. Y nada más. Ahora, en este conflicto, está pasando lo mismo. Hubiera sido muy fácil ceder a lo que nos planteaban los pilotos hace ya quince días. Podíamos evitar esta huelga, e incluso, como la compañía está muy saneada, podíamos tener por delante dos o tres años de tranquilidad. Nos podíamos poner una medalla y nos quedábamos todos tan contentos. Eso sí, dentro de dos o tres años la compañía volvería a entrar en pérdidas. Eso es una responsabilidad que ni nosotros ni nuestro consejo de administración, al que le hemos expuesto las cifras de nuestro conflicto, estamos dispuestos a asumir. Por eso el consejo ha apoyado absolutamente la actitud que mantenemos y mantendremos.
P. O sea, que la propiedad de Iberia está en eso tan clásico de que 'resistir es ganar'.
R. Sin duda que para Iberia resistir a los pilotos es ganar. Por una razón: estamos perdiendo ahora muchos miles de millones de pesetas, pero, hecha la proyección lógica de lo que nos supondría acceder hoy a lo que nos están exigiendo los pilotos, perderíamos muchísimo más dentro de cuatro o cinco años. A mí lo que me preocupa es que mientras tanto les estamos dando unas oportunidades innecesarias a pequeños competidores que van a hacer su agosto, y nunca mejor dicho, a costa de Iberia. Yo, personalmente, estoy convencido de que tendremos que seguir negociando, pero que el conflicto, probablemente, se va a endurecer. Aunque en términos de racionalidad los pilotos tendrían que reconocer que se les ha dado todo lo que se les puede dar, que es infinitamente más de lo que se está firmando en cualquier convenio en este país. Lo que me temo es que, a pesar de que son conscientes de que no van a ganar este pulso, lo van a mantener precisamente porque saben que son sus últimas oportunidades de echar pulsos.
P. Pero son los pilotos los que ponen a volar los aviones. No sé cómo van a resistir esa evidencia.
R. Los que ponen a volar los aviones no son sólo los pilotos. Son sus ayudantes, son los técnicos de mantenimiento también. Y gracias a ellos los aviones de Iberia vuelan. Pero es que, además, los pilotos ya están percibiendo el rechazo a sus pretensiones de los trabajadores de tierra. Ellos creen que tienen la sartén por el mango y no se dan cuenta de que ese mango se les está quemando. Lo lamentable es que para cuando lo perciban habrán quemado a toda la compañía.
P. Quizás la única solución sería echar el cierre y empezar de nuevo, sin tanto lastre.
R. Ésa es una situación que se puede producir. No es que echemos el cierre, sino que eso es lo que pasa en realidad cuando surgen otras compañías nuevas. Ellas sí que están surgiendo de cero, sin nuestros problemas históricos y a las que estamos regalando miles y miles de pasajeros que son nuestros y que, quizás, ya no van a volver a Iberia. Estamos suicidándonos. Eso es lo que están haciendo los pilotos con Iberia: conseguir que Iberia se suicide.
P. Oyéndole a usted, señor Mullor, da para pensar que los pilotos están dispuestos a comerse la gallina de los huevos de oro, que están haciendo verdadera rapiña con su propia empresa.
R. La verdad es que es difícil entender cuál es el esquema mental de los que hoy están dirigiendo el SEPLA. Porque ellos, mejor que nadie, deberían entender cuáles son las limitaciones de la compañía. Nosotros les hemos dicho: 'Todo lo que pedís os lo damos, siempre que se produzcan los resultados económicos que lo hagan posible'. Porque lo contrario sería una irracionalidad por parte nuestra. Eso es lo que nos separa. Ellos quieren todo garantizado, pase lo que pase con la cuenta de resultados.
P. Esto en Estados Unidos no pasa, señor Mullor. Cuando se va a producir una huelga en una compañía de aviación, el presidente Bush sale y la para.
R. Es que Iberia no tiene armas legales para obligar a los pilotos a volar, como sucede en Estados Unidos, donde las huelgas han sido prohibidas prácticamente. Aquí hace falta una legislación que permita a la Administración tomar cartas en el asunto. Ésa sería la solución, sin duda alguna.
P. Pero hay miles de pilotos en paro. ¿No estaría ahí otra solución?
R. No. No tienen la experiencia necesaria. Para que puedan pilotar un avión de Iberia tendrían que pasar muchos años. Además, las nuevas generaciones podrían repetir las mistas actitudes endogámicas que los anteriores.
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