_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tradición

En esta tierra nuestra tan lúdica desde la sexenal y rocosa Morella a la marítima Guardamar, la fiesta es un producto social. Es, en el ámbito de lo colectivo, el lugar para 'el encuentro comunitario emocional y afectivo'. Eso nos explicaba el laborioso valenciano Antonio Ariño Villarroya hace unos años en sus sesudos estudios: un encuentro afectivo que en épocas pasadas estaba estrechamente relacionado con la religión y sus símbolos, con la liturgia eclesiástica y sus ritos. Claro que hoy, apuntaba el sociólogo, los rituales y afectos del lugar del encuentro festivo se han distanciado de casullas y dalmáticas clericales y giran más en torno a los colores de la camiseta del club de fútbol del Mestalla o el Madrigal unas veces, o de las Fallas profanas otras. La sociedad moderna, y también la valenciana, es una sociedad secularizada.

Aquí, sin ir más lejos, los desfiles procesionales del Corpus Christi ya ni pertenecen al tiempo festivo, porque la modernización supuso dejar de anudarse las humildes alpargatas rurales y calzar zapatos; supuso la aparición de otros valores sociales distintos a los religiosos, y con ello dejó de ser el Corpus fiesta de guardar y pasó al domingo más próximo. Pero el Corpus fue mucha fiesta durante largos siglos. Hubo arzobispo mitrado de Valencia que tuvo que cambiar los horarios procesionales para evitar la diversión y el pecado. Al parecer los jóvenes valencianos dejaban maltrechos los preceptos religiosos y caían en la debilidad de la carne, justo cuando anochecía, una vez finalizado el sin par desfile procesional. Aunque el Corpus fue también cultura y tradición medieval y barroca, carrozas como roques, virtuosas y blancas momas rodeadas de viciosos danzantes, divertida degollà y disfraces bíblicos que les recordaban al pueblo piadoso la Historia Sagrada y las verdades reveladas de su fe. Todo ello en la calle. Todo ello amenizado con los sones de la dolçaina i el tabalet que no con sones marciales.

Conservar la tradición, ya que no la fiesta, del Corpus es un bien preciado. Como hay que apreciar la existencia y el trabajo de esa asociación de Amics del Corpus que mantiene y nos recuerda en el siglo XXI la tradición ritual y festiva de antaño, la celebración religiosa que promovió en el siglo XII la beata europea Juliana de Mont-Cornillon para exaltar el sacramento católico. La tradición cultural, como la fiesta, también puede o podría ser lugar de encuentro ciudadano.

Así debe entenderlo Amparo Peris, la presidenta de Amics del Corpus, que también es un personaje bíblico con símbolos regios en la procesión. Porque Amparo Peris acaba de censurar el desencuentro que intentó en el último desfile procesional una destartalada adalid del secesionismo lingüístico en la ciudad de Valencia. La ex concejal del Ayuntamiento de la capital desfiló, oportunamente disfrazada, portando un eslogan relativo a la polémicas sobre el valenciano que dividen en algunos sectores sociales. Quienes, atentos, seguíamos el desfile no tuvimos claro si la acción de la antigua militante de Unión Valenciana suponía el aspecto grotesco y transgresor de toda fiesta, aunque el Corpus ya no lo es, o si el próximo año la transgresora acudirá al desfile tradicional portando un eslogan en defensa de la denominación de origen del aceite de oliva de la Sierra de Espadán. Cualquier cosa es posible cuando se parte del desencuentro ridículo y esperpéntico, y se olvida la tradición que más bien es encuentro cultural y afectivo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_