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Crónica:MARTIRIO | CANCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un imperio de la pasión

Diego A. Manrique

Audaz criatura esta Maribel Quiñones. En complicidad con Kiko Veneno, se construyó un extraordinario personaje -ella lo definía como 'tonadillera rockera posmoderna'- con un no menos rico repertorio propio. Sin embargo, en la segunda mitad de los noventa protagonizó una pasmosa pirueta: Martirio decidió reciclarse en estilista sin peineta. Es decir, se ha especializado en domar, en reinventar, en poner a su servicio canciones clásicas. Un ejercicio con doble vertiente: de América se trae boleros, tangos y alguna bossa nova hacia un territorio flamenco, mientras que las coplas españolas adquieren esbelta vestimenta jazzística.

Tales ejercicios, felizmente llevados a puerto, serían difundidos y celebrados en cualquier país sensible. Pero, recuerden, estamos en España, donde triunfan boleristas que reconocen libremente que nunca han vivido las pasiones que cantan, donde algunas figuras creen darse baños de latinidad en las piscinas climatizadas de Miami. Así que Martirio, lo cuenta desde el escenario, trabaja desde cierta marginalidad y tiene que explicar con regularidad que no, que ella no se ha retirado 'a promocionar nuevos valores', como creía un bienintencionado taxista. Al contrario, se está dejando la piel en esta nueva carrera, que pronto contará con un tercer disco, Mucho corazón.

Llevaba, recuerda la cantante, tres años sin presentarse a lo grande en Madrid. Y echa el resto. Frida Kahlo con gafas oscuras, desarrolla las canciones de Coplas de madrugá y Flor de piel con una certera expresión corporal y canta con una ductilidad gloriosa. Tiene una excelente banda, hecha de mimbres flamencos y jazzeros: finos instrumentistas a los que sólo se les podría exigir algo más de riesgo, alguna ruptura sonora como las que realizan los bravos palmeros cuando salen a primera línea y se marcan unas pataítas.

El cancionero de Martirio santifica el carpe diem, un imperio-de-la-pasión que se explicita en sus parlamentos. Evoca a Benny Moré, a la rebelde Marta Valdés, al genial Miguel de Molina, al bendito Bola de Nieve. Para la traca final, caen María la Portuguesa, el tango gardeliano Volver y María Magdalena. Como recordando, una vez más y con renovado sentimiento, que nunca es demasiado en asuntos del corazón.

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