El Barça, campeón a lo grande

No va más: con nueve partidos y otras tantas victorias el Barcelona culminó ayer la travesía hacia el título de Liga por el camino más corto y directo posible ante un Real Madrid que no pudo ir más allá de un ejercicio de tozudez y voluntarismo pero que no pudo tomar la palabra en toda la serie. Se podrán poner reparos a la luminosidad de su juego, especialmente si se atiende a su potencial y a la espectacularidad que sí alcanzó durante varias fases de la temporada, pero la voracidad e infalibilidad del Barcelona han resultado demoledoras en todos y cada uno de los nueve partidos con los que ha eliminado al Fórum, al Unicaja y al Real Madrid. No se le ha escapado ni una. Ha superado todas y cada una de las dificultades que se le han presentado, las rachas de mal juego, las fases de mayor inspiración de sus rivales... para todo ha tenido una respuesta válida.

El Barcelona se pasó el partido tanteando el terreno, siempre desde una posición de autoridad tan indiscutible que ni siquiera los jugadores del Madrid se dieron crédito a sí mismos en los momentos iniciales en los que adquirieron pequeñas ventajas. Los dos equipos se negaron continuidad en el juego y el partido resultó muy sincopado a pesar incluso de que el Barcelona pareció encarar el último cuarto en paseo triunfal (57-74). El Madrid compareció a la carrera (6-0) apoyado en un Raúl en el que, después de su recital en el segundo partido, centró sus ojos el Barcelona. Aíto García Reneses le encargó la papeleta a Navarro. Le funcionó sólo a medias. Pero lo que empezó siendo un problema acabó siendo una solución para el Barcelona porque la irrupción de Nacho Rodríguez le permitió frenar a Raúl, robar tres balones que supusieron otras tantas canastas y liberar a Navarro que lo agradeció anotando con la misma soltura con que lo hicieron Karnisovas y Savic.

El Real Madrid pagó muy cara su falta de mimo con el balón. Llegó a cederlo en 22 ocasiones y eso es difícilmente soportable para cualquier equipo. La dejación de funciones de Djordjevic tuvo mucho que ver con la incomodidad del Madrid sobre la pista. El base yugoslavo dobló algunos balones en la zona para Milic en una de las pocas acciones con las que el Madrid pudo superar el muro de Gasol y Dueñas en la zona.

Pero Gasol, discreto hasta entonces, tenía que acabar dando su apellido al título conquistado por el Barça. Su tirón en el segundo periodo fue irresistible para el Madrid. Anotó tres canastas consecutivas, puso otros tantos tapones, recogió rebotes y abrió la primera brecha importante en el marcador (48-57). A sus 20 años, el pívot que el próximo miércoles estará en el draft de la NBA, ha exhibido una madurez en su juego que le ha situado como referencia de su equipo. El Barça metió la directa y a pesar de los coletazos del Madrid (70-78) ya no quedó duda de que la sentencia estaba dictada.

Perfectamente arropado por Dueñas, con el que se ha complementado a las mil maravillas, Gasol ha demostrado una capacidad para brillar en todos los apartados: si ha tenido que taponar, lo ha hecho; no se ha arredrado cuando se le ha presentado la ocasión de lanzar triples; ni tampoco cuando le han propuesto un combate físico bajo el aro. Ni siquiera ha dudado Gasol cuando ha tenido que subir el balón recordando sus viejos tiempos de base; y, por supuesto, ha hecho valer esa endiablada rapidez de arrancada y movimientos de cara a canasta que no tiene igual ni antecedentes en el baloncesto español. Se ha constituido en uno de esos jugadores que hacía décadas que no aparecían, que marcan diferencias, que constituyen un problema de difícil solución para sus rivales. Un diamante en bruto que firmó sumó su segundo título en plan estrella, como no se recordaba en el baloncesto español.