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Felizmente atrapados en Butarque

Primero, saltaron al campo: 2.700 aficionados desplazados hasta un pequeño estadio de fútbol de la periferia de Madrid querían fiesta. En el césped corrieron, abrazaron a los jugadores y se subieron al larguero. Se lanzaron en plancha sobre la hierba, agitaron banderas y corearon '¡campeones, campeones!' Pero estaban atrapados. No podían salir del recinto. Fuera, los hinchas del Atlético, mucho más numerosos, les amenazaban -tres jóvenes rojiblancos fueron reducidos por el método expeditivo de ser golpeados por las porras de la Policía Nacional-. Y allí estaban los canarios, alegres pero atrapados en Leganés. '¡Qué bote Marioni!', cantaban desde la grada. Y Marioni, en calzoncillos, botaba. Como un pequeño circo, los futbolistas del Tenerife, casi todos en ropa interior, amenizaban la espera de los hinchas. Mientras tanto, su técnico, Rafa Benítez, aseguraba que nunca había perdido los nervios: 'Sabía que íbamos a marcar más tarde o más temprano. La verdad es que no hemos sufrido tanto como podría parecer'. En los descampados que rodean Butarque ardían los rastrojos que los aficionados rojiblancos habían prendido al tiempo que los del Tenerife, sin poder salir del campo, miraban el fuego felices: habían ganado y ya estaban de nuevo en Primera.

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El Tenerife sube en territorio enemigo

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