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Crítica:'¡VAYA PEÑA!' Y 'ÉSTA ES MI HISTORIA' / TVE-1
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Larga noche del martes

En TVE-1, la noche de los martes se divide en un concurso de supuesta sociología cachonda y un debate serio sobre temas de actualidad. El primero se llama ¡Vaya peña!, en el que dos peñas de amigos compiten para responder a unas preguntas que, en teoría, nos dan pistas acerca de la opinión de los españoles sobre determinadas cuestiones, respuestas basadas en una encuesta entre 100 ciudadanos (esperemos que más fiable que las del CIS).

El presentador es Carlos Lozano, al que, sin sonrojarse, una acelerada voz en off llamó el más lozano de los presentadores. La mecánica del concurso incluye los habituales rebotes y dobles o nada y ese aplauso cansino, seña de identidad de un género en constante decadencia. Ejemplo de pregunta: 'Cuando llenas el carro de la compra, ¿qué cosas pones encima para que no se te aplasten?'. Ejemplo de respuesta: 'Los huevos'.

A continuación, una gran superficie de debate que se extiende hasta altas horas. Título: Ésta es mi historia. Conductora: Ana García Lozano, tenaz profesional de durísimas facciones, voz metálica y mirada triste, que, en su noche de estreno, dedicó buena parte de su energía a intentar domar un trabajo de peluquería altamente sinuoso y a torturar a un bolígrafo con el que resolvió el viejo problema de qué hacer con las manos.

Tres historias a lomos de reportajes de buena factura y temática ya conocida. Combinación de drama y de esperanza, anónimos héroes de la vida cotidiana pillados por el dolor o el olvido, y para terminar, un debate sobre un tema difícil, tratado con dignidad, pero con una perspectiva más radiofónica que televisiva: la violencia en las aulas. Abusos, indisciplina, testimonios, pruebas de la fragilidad de un sistema educativo desconcertado, y, en lo formal, una mesa de especialistas y una activa selección de invitados adosados a sus historias. El excesivo formato obliga a alguna interrupción publicitaria monstruosamente proporcional. La primera, por ejemplo, incluyó 39 dosis, entre anuncios y promociones de cadena. Y ya puestos a reflexionar, sería bueno preguntarse qué sentido tiene debatir a la una de la madrugada de un día laborable sobre un tema cuya audiencia potencial (padres, alumnos, profesores) está durmiendo. O debería.

¡Vaya peña! tuvo 2.097.000 espectadores (13,5% de cuota de pantalla), y Ésta es mi historia, 1.035.000 y 10,9%.

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