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Columna
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Las notas

Tienen ustedes que disculparme, pero es que estoy muy preocupado. Tenemos ocho, y de los ocho sólo me han aprobado dos. Los otros seis han suspendido con notas muy bajas, y los aprobados han conseguido poco más de un cinco. Algo está fallando para que existan estos índices tan altos de fracaso. Es muy posible, como se dice con frecuencia, que los evaluadores no atiendan lo suficiente a la diversidad, porque cada uno de los ocho es distinto y exige una atención adecuada a sus capacidades, necesitan atención especializada. También puede ser que falten recursos, y eso explique el fracaso, o simplemente que no haya motivación. Y, desde luego, no tienen suficiente educación en valores, por lo menos en la pública, como es el caso de los ocho que estoy mencionando. En cualquier caso, es para estar preocupado y estoy seguro que a ustedes les pasa algo parecido.

Por supuesto que estoy hablando de la última encuesta del CIS, donde los ciudadanos valoramos a ocho líderes políticos y en la que sólo aprueban escasamente Zapatero y Aznar, mientras que suspenden claramente Arzalluz, Beiras, Durán i Lleida, Ibarretxe, Llamazares y Pujol. Un desastre. Y es lo que digo y repito, que no atendemos bastante a la diversidad que rodea a estos líderes políticos, que no hay recursos suficientes para la atención especial de cada caso y, sobre todo, que nos falta motivación para soportarlos y comprenderlos. Son los eternos problemas del sistema educativo. Pero por encima de todo, debemos ser conscientes que hemos alcanzado el futuro de la enseñanza, hemos invertido el clásico problema de la ratio: somos muchos más los evaluadores que los evaluados. De otra manera, hay demasiados ciudadanos por cada político. Necesitamos aumentar urgentemente el número de políticos o empezarán a sobrar ciudadanos. Si no me creen, pregunten a los profesores de enseñanza primaria y secundaria y verán como ratifican mi temor.

El error fundamental de este fracaso está en el Centro de Investigaciones Sociológicas, un organismo absolutamente digno de respeto, pero que al estar al servicio del gobierno de turno mira con ojos estrábicos y obsesivos al ciudadano. Estamos en un estado continuo de encuesta, de sondeo, de exámenes de opiniones y valoraciones. Y digo yo que deberían encuestar y sondear también a los políticos, para que los ciudadanos estuviéramos informados. El CIS tiene que abandonar al gobierno, sea cual sea, para depender de los parlamentos y congresos, y examinar con frecuencia lo que piensan y sienten estas instituciones. Los ciudadanos se lo agradeceríamos.

Estoy seguro de que les apetece saber, igual que a mí, cómo puntúa Aznar de 0 a 10 a cada uno de los líderes políticos. O dónde invertiría Llamazares si tuviera cinco o seis millones ahorrados. O en qué productos gasta más dinero Zapatero. Y en qué casilla se colocaría Zaplana en una serie de izquierda a derecha. ¿Cuál será el tema de política internacional que le ha interesado más a Ignasi Pla en el último mes? Si todo esto nos lo preguntan a los ciudadanos, ¿por qué no contestan también los políticos?

El error básico del CIS es intentar saber continuamente lo que pensamos, sin ocuparse en absoluto de lo que opinan y creen los políticos que nos representan. También nosotros queremos tener nuestras encuestas.

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