El Numancia se resiste a la sentencia

A falta de recursos de mayor enjundia, el Numancia se encomendó al coraje, el genio -mal genio por momentos- y la astucia de Pacheta para superar a un Espanyol que abrió el marcador pero cayó en la somnolencia de los equipos a los que apenas les queda nada por decir en el campeonato. El Numancia, en cambio, estaba y sigue estando en una situación, el farolillo rojo, en la que es poca toda conjura para ganar.

El partido, insulso, se animó con el fogonazo de dos colegas que le sacan el máximo rendimiento a sus picardías: la cabeza de Tamudo surgió de la nada tras el centro rápido y seco de Sergio. El Numancia acusó el síndrome de los desahuciados. Intentó recurrir al fortachón Ojeda, pero, como Lopo se mostró implacable en su misión de anularlo, se encontró desamparado. Velamazán perdió la ocasión de apuntillar y empezó a carburar Pacheta, que enganchó un tiro que puso a prueba a Mora, se peleó con Posse con una teatralidad estimulante para sus compañeros y provocó el penalti del empate.

El Numancia contuvo bien y aprovechó su única ocasión, en un semifallo de Rubén Navarro que se convirtió en una asistencia a Rosu. Paco Flores situó a Benítez, Òscar y Serrano junto a Tamudo. Pero nada. Para entonces, el Numancia se había blindado para conservar la esperanza de seguir en la Primera División.