Cornada de 30 centímetros
'Ha tenido mala suerte... pero buena'. Los nervios a las puertas de la enfermería rebaten viejas teorías. Eso de que una sentencia no puede ser verdadera y falsa a la vez es un aserto poco taurino. Se puede estar feliz y corneado; triunfador y operado. La frase de arriba es del picador Manuel Mazo que, agarrado a un cigarrillo, no sabe si abrazar o dar la mano; saltar de alegría o dar el pésame al policía nacional que monta guardia a puerta de quirófano. Dentro, Eugenio de Mora, herido menos grave, encantado con sus dos orejas (las del toro, entiéndase) y su puerta grande. Dolido, pero contento.
El parte médico empieza con su habitual salmodia: 'herido por asta de toro'. Lo que sigue poco tiene que ver con el estado de excitación de banderilleros, allegados, amigos, parientes, empresarios, médicos, esposas de médicos y dos turistas, que se vive en la antesala de la enfermería.
'Herida... en el tercio superior cara interna del muslo derecho de 15 centímetros de extensión con una trayectoria hacia abajo de 15 centímetros que causa destrozos en músculos abductores'. Para contrarrestrar tanta gravedad, apenas pasan un par de segundos desde la entrada en quirófano del corneado y aparece el banderillero José Ignacio Rodríguez El Puchi con dos orejas (las del toro) en la mano. De cabeza, al quirófano. Definitivamente, el día se iba en contradicciones.
La agitación continúa. De espaldas a las protestas de la plaza, en el interior, con el herido dando conversación, sigue la charla. Es hora de repasar las cuentas. 'Con éstas son ya tres las veces que sale por la puerta grande', dice uno. 'Serán dos', contesta otro. 'Eso lo dice usted porque no cuenta la vez que salió cuando era novillero'. El ingenuo ha picado. Toma la palabra un picador: 'Se ha encunado. Ha ido a por todas y el toro [enseña los dedos imitando astas de toro]...' Sobran las palabras. 'Que mala suerte y, a la vez, que buena. ¿A que sí?'. Cualquiera duda.
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