'Yo también jugué una final europea'
Seis ex futbolistas del Valencia rememoran sus experiencias en una gran cita internacional
En julio de 1961, Luis Casanova, presidente del Valencia, viajó a Londres para conseguir de sir Stanley Rous, responsable del torneo europeo, un permiso para que el Valencia participara, por primera vez en su historia, en la Copa de Ferias. Casanova elogió ante sir Rous el comercio de su ciudad -los equipos eran admitidos por sus méritos económicos- y semanas después el Valencia comenzaba sus aventuras europeas.
- Una Copa de Ferias ganada tras el pánico en un avión. El Valencia ganó por 1-5 su primer partido europeo, ante el Nottingham Forest. El encuentro fue un paseo, pero el viaje de vuelta casi le cuesta la vida a la plantilla. 'Se desprendieron unas placas del techo del avión', recuerda el ex delantero Vicente Guillot (Aldaya, 1941). 'Había una gran tormenta y sufríamos bajadas de hasta 1.500 metros. Estuvimos 20 minutos a oscuras. Fue horroroso. La azafata y el camarero estaban abrazados en la última fila. Creía que no lo contaba', recuerda Guillot.
El primer trofeo se consiguió en dos temporadas y con dos entrenadores diferentes
El piloto no quiso aterrizar en Toulousse y sólo 25 minutos más tarde otro avión se estrelló en los Pirineos. Murieron los 50 pasajeros. 'No dábamos ni un duro por nuestra vida', dice Guillot. El entrenador del equipo, Domingo Balmanya, tuvo incluso que golpear a Manolo Mestre para tranquilizarle. El Valencia aterrizó sano y salvo, y el piloto desapareció para no dar explicaciones. Al día siguiente, la plantilla al completo asistió a la Virgen de los Desemparados en acción de gracias. 'Los directivos siempre daban billetes, pero aquel día todos dieron cheques', comenta Guillot.
Superado el trauma, la final, a doble partido contra el Barcelona, fue más tranquila: 6-2 en Mestalla y 1-1 en el Camp Nou. Guillot, que marcó cuatro goles, apunta un dato curioso: ¡la Copa se ganó en dos temporadas diferentes! El partido de ida se disputó a finales de la temporada 1961-62, en junio, mientras que el de vuelta se jugó en septiembre, tres días antes de empezar la Liga. El Valencia veraneó con media Copa en el bolsillo y jugó la vuelta con un entrenador diferente -Alberto Scopelli sustituyó a Balmanya- y varios jugadores nuevos. El que no faltó fue Guillot, un joven rubio con fama de ratolí del área, y el primer especialista del Valencia en tirar penaltis, 'sin mover el tobillo'.
- Mañó, del Mestalla a Zagreb. Había que defender el título de campeón, y el Valencia lo hizo con éxito. En la final, el equipo de Scopelli ganó al Dynamo de Zagreb por 1-2 y 2-0. Antes se había jugado, o patinado, en el campo helado de Dunfermline, en Escocia. 'El césped era puro mármol, hielo verde macizo', recuerda Guillot. 'Ellos llevaban botas especiales con una especie de ventosas, pero nosotros no podíamos ni mantenernos en pie. Los tacos no se clavaban en el hielo, aunque luego nos pusimos las botas de goma'.
Junto a Guillot o Waldo, destacaba también Daniel Mañó Villagrasa (Sueca, 1932), un interior o extremo derecho que alternaba sus apariciones en el filial, el Mestalla, y el primer equipo. 'Mundo [entrenador del Mestalla] me pidió que les ayudara, porque estaban a punto de descender a Segunda B, y luego jugaba en Europa con el Valencia', dice Mañó, quien jugó la final de la Copa de Ferias con cuatro puntos de sutura en una ceja, debido a una patada que le propinó Camps, jugador del Barcelona, en un partido anterior. El médico le advirtió de que no jugara, pero Mañó salió al campo.
El Valencia ganó al Zagreb y los jugadores recibieron una prima de 75.000 pesetas -si se gana hoy la Liga de Campeones ante el Bayern de Múnich, el premio es de 44 millones por barba- . Mañó, sin embargo, se acuerda sobre todo del hotel: 'Teníamos un televisor en blanco y negro en cada habitación. Era increíble, porque en España no había en todos los sitios'.
- Waldo y la increíble advertencia del presidente Marcos. El Valencia seguía imparable en Europa. Uno de los fijos era el brasileño Waldo Machado da Silva (Niteroi, 1934), quien formaba una pareja indisociable con Guillot tanto dentro -eran una delantera letal- como fuera del campo-abrieron juntos una cafetería, Walgui, junto a Mestalla-.
En la final de la Copa de Ferias de 1964, perdida frente al Zaragoza (2-1), el presidente maño, Waldo Marcos, advirtió al valencianista Waldo de que el resultado ya estaba claro antes de empezar. 'Marcos me dijo: 'No vais a ganar'. ¿Por qué?, le respondí muy extrañado. Marcos me contestó que el Valencia ya la había ganado dos veces y que si la ganaba de nuevo, tendría la copa en propiedad, y eso no podía ser'. Y no podía ser porque el Madrid había copado durante años la Copa de Europa y el Valencia llevaba ese camino en la de Ferias.
'La cosa estaba comprada', dice Waldo, enzarzado en varias disputas con el árbitro, el portugués Campos. 'Nos pitó muchas faltas en contra y no un penalti clarísimo a Guillot', dice el brasileño.
'Cuando faltaban diez minutos para acabar el partido, el árbitro ya estaba junto al túnel de vestuarios, y pitó el final tres minutos antes. Se marchó corriendo, pero Sánchez Laje le estaba esperando y le dio un puñetazo', recuerda Waldo. El Valencia denegó ir a la cena oficial -se quedaron toda la noche en el hotel, cabreados- y se quedó sin Copa de Ferias.
Waldo, eso sí, recibió del presidente del Zaragoza una reproducción de la Copa en miniatura. 'Ya me lo había dicho, la Copa no era para nosotros'.
- Pereira, de rojo, engañó a Rix en el penalti decisivo. El Valencia disputaba su cuarta final europea 14 años después. Fue el 14 de mayo de 1980, en Heysel, ante el Arsenal. Ni un gol tras 120 minutos. Llegó la tanda de penaltis, la hora de los porteros. Bajo los palos de la meta valencianista, Carlos Santiago Pereira (Pontevedra, 1952).
El matador Kempes falló el primer lanzamiento, pero Pereira detuvo el tiro de Brady. La tanda acabó 4-4, y en la muerte súbita Pereira paró el penalti de Rix. Era el héroe de la final. Todavía lo recuerda: 'Habíamos ensayado los penaltis, por si acaso. Yo sabía que Rix era zurdo y estaba tranquilo. Él amagó como si fuera lanzar y los dos nos reímos. Era un chaval muy joven. Cuando iba a tirar, le amagué yo a un lado, y él se confundió. Me lanzó el penalti a mi izquierda y lo paré.'.
Pereira, por cierto, lucía esa noche una camiseta roja. Al entenador, Alfredo Di Stéfano, no le gustaba el lila que llevaba a veces, por superstición, así que Pereira salió a Heysel de rojo. 'Después de la final me lo puse bastante'.
- Saureta no recibió la auténtica Supercopa. Cuando Enrique Saura Gil (Castellón, 1954), llegó al Valencia en 1976, con sólo 22 años, sus compañeros le apodaron Saureta. Motivos había: pesaba 67 kilos, era delgaducho y tenía cara de niño. Años después Saura se convirtió en capitán y levantó la Supercopa de Europa de 1980. En la final se ganó al Nottingham Forest (2-1 en Inglaterra y 1-0 en Mestalla) gracias a un jugadón suyo en la vuelta: recibió de Solsona dentro del área, dribló a dos rivales y remató al larguero. Su rechace lo convirtió Morena en el gol de la victoria.
El Valencia recibió el trofeo después del partido, pero no la copa auténtica, sino una que un empleado de Mestalla cogió de las vitrinas del club. '¡Oye, que no han traído la copa!', nos dijo alguien en el vestuario antes de empezar el partido. Era verdad. La UEFA la había dejado en Bruselas y recibimos una totalmente diferente que cogió un empleado', recuerda Saura. Verdadera o falsa, el Valencia era el primer equipo español que ganaba la Supercopa de Europa.
- Farinós ignoraba que tenía una microrrotura fibrilar. Tuvieron que pasar 20 años para que el Valencia llegara de nuevo a una final europea. Eso sí, lo hizo a lo grande. En su primera participación en la Liga de Campeones, el conjunto valencianista se plantó en la final, perdida ante el Madrid en Saint Dennis por 3-0. El Valencia, pese a todo, se había reivindicado como un grande. Como también varios de sus jugadores. Entre ellos Francisco Javier Farinós Zapata (Valencia, 1978), por quien el Inter de Milán pagó 3.000 millones de pesetas.
Farinós, sin saberlo, jugó la final con una microrrotura fibrilar en los abductores. 'Dos días antes, en un entrenamiento, noté un pinchazo, pero no le di más importancia y no me hicieron pruebas. Durante el partido me di cuenta de que no estaba bien. De todas formas no me arrepiento. Una final hay que jugarla estés como estés', dice Farinós, quien ahora espera celebrar el triunfo de su ex equipo. 'Ojalá, el año pasado nos quedamos muy desencantados'.
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