Lesionado Pablo Hermoso de Mendoza
Pablo Hermoso de Mendoza se lesionó en una caída nada más empezar su actuación y nos quedamos con las ganas.
Nos quedamos con las ganas de ver torear, naturalmente. Y encima, en aquel preciso instante, se puso a llover.
Hay días que más vale quedarse en casa. Sobre todo siendo sábado. A quién se le ocurre salir de casa un sábado, nublado, para ir a la mal llamada corrida de rejones.
Pasado el percance, que constituyó un susto monumental, cuentan que el rejoneador no podrá torear la próxima corrida de feria en la que está anunciado, pues sufre fractura de peroné. Acaeció a poco de saltar a la arena el tercer toro. Pablo Hermoso de Mendoza montaba su precioso tordo Labrit, que tiene nombre de poeta andalusí (seguramente lo es) y enceló a la res con giros en el centro del redondel. Después se marchó a tablas para emprender desde allí lo que habría de ser un rejonazo de castigo y lo clavó con apuros. Repitió la suerte y la pasó en falso.
Flores / Moura, Hernández, Hermoso
Toros despuntados para rejoneo de Flores Tassara de discreta presencia, con casta, que dieron juego. João Moura: rejón caído y descabello (oreja); pinchazo y, pie a tierra, tres descabellos (silencio); tres pinchazos a la media vuelta, rejón delantero, rueda de peones y, pie a tierra, dos descabellos (ovación y salida al tercio). Leonardo Hernández: rejón bajísimo, ruedas de peones y rejoneador, dos pinchazos a la media vuelta, rejón muy trasero y rueda de peones (aplausos y saludos); rejón caído y, pie a tierra, descabello (silencio); rejón en lo alto (oreja). Pablo Hermoso de Mendoza: sufrió fractura de peroné y lesiones en un brazo, de pronóstico reservado, en una caída al arrollar al caballo el tercer toro. Plaza de Las Ventas, 19 de mayo. 11ª corrida de feria. Lleno.
En el tercer envite el toro alcanzó al caballo, que cayó al suelo tirando a su vez al caballero. La cogida fue, obviamente, aparatosa, y el toro, en pleno desaguisado, pisó a Pablo Hermoso de Mendoza. Se incorporó dolorido el torero, por lo que hubo de pasar a la enfermería y luego a una clínica para ser atendido de las lesiones.
Mala suerte. Y el gozo en un pozo. Porque el atractivo del cartel era Pablo Hermoso de Mendoza; él y su mencionado caballo poeta que en esta ocasión salvó el pellejo, y su maravilloso Chicuelo, y su mítico cuatralbo Cagancho, que tienen nombres de artistas. Los otros dos rejoneadores, en cambio -dicho sea sin ánimo de ofender-, están muy vistos.
No es que sean malos. Son buenos. Todos los rejoneadores (como todo el mundo) son buenos. Lo que pasa es que la película del rejoneo está ya muy vista. El motivo se debe buscar en los toros, ya que se los echan despuntados, en realidad aserrados, finalmente escofinados y, por tanto, los dejan con alma de derrota.
Toro derrotado devalúa el toreo y, por extensión, el rejoneo. Y entonces, o los caballos con sus rejoneadores encima hacen encajes de bolillos, o algo que se asemeje a las señales que precederán al fin del mundo, o acaba aburriendo.
Hay sin embargo un remedio infalible para no aburrirse en las mal llamadas corridas de rejones y es aplaudir. El público que suele acudir a las mal llamadas corridas de rejones lo sabe y se las pasa aplaudiendo. Perdimos la cuenta de las ovaciones que pegó en la tarde de autos aunque debieron ser miles. La verdad es que nos propusimos contabilizarlas, mas antes de salir el primer toro ya les habían dedicado a los rejoneadores tantas que, efectivamente, perdimos la cuenta. Además tampoco merecía la pena pegarse esa paliza contable, sólo por satisfacer una curiosidad.
Leonardo Hernández tuvo voluntariosas intervenciones, zarandeó mucho los caballos e insistió en ponerlos a dos manos para la cosa de la espectacularidad, y al sexto lo rejoneó con sobria eficacia, merecedora de la oreja que le dieron.
João Moura, aparte templar y reunir, demostró que eso de recorrer el redondel llevando al toro encelado al estribo mientras cabalga a dos pistas, y salir de las reuniones banderilleras de similar guisa, lo realiza como quien lava. Lo repitió constantemente, con gran alborozo del personal que, al terminar, marchaba exultante Alcalá arriba cabalgando a dos pistas. Y eso que faltó ver a Cagancho. Si llega a salir Cagancho habríamos ido piafando también.
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