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Crítica:FERIA DE JEREZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Indulto sin motivo

Sabido es que va para más de 10 años el reinado de Enrique el de Chivas, que se vale de la mesa redonda como instrumento de gobierno y que a ella se sientan esclarecidos caballeros del variopinto mundo del toro, de la empresa y la política, sin más presidencia que su prestigio, que la redondez de la mesa los hace pares a todos. Por eso, extrañaba que un patilludo andaluz, donde la hormona habla antes que la neurona y la navaja disputa nobleza a la espada, fuera invitado a compartir mesa y mantel; y más, que Juan José Padilla viniera a su tierra sin respeto a la jerarquía. El andaluz veroniqueó sin exquisitez, permitió que el toro, llamado Inglesito, tomase una vara leve y cumplimentó un buen tercio de banderillas con El Juli. Con la muleta ligó dos buenas series con la derecha y no se acopló con la izquierda; tras dos circulares y una cogida sin consecuencias, se adornó y de repente vio cómo los pañuelos pedían el indulto, aprovechando para montarse en el carro. En su otro enemigo se lució con capote y banderillas y con la muleta volvió a ligar con la derecha hasta que el toro bajó y la cosa se resolvió en alardes.

Torrealta / Ponce, Padilla, Juli

Toros de Torrealta, desiguales de presentación; nobles 1º, 4º y 6º; soso 3º; bravos: 5º y 2º, indultado. Enrique Ponce: aviso y silencio; aviso, oreja y petición de otra. Juan José Padilla: dos orejas y rabo simbólicos; ovación y saludos. El Juli: ovación y saludos; dos orejas. Plaza de Toros de Jerez, 18 de mayo. 4ª corrida de abono, lleno.

Enrique Ponce cogió el don del perchero y se lo colocó. Tras dos tercios con poca sal, echó toda la albufera en una gran faena sin concesiones para nadie: con ambas manos dio una preciosa lección de toreo de lujo, ligando adornos personales después de cada serie. Sin pero alguno se fueron sucediendo los pases y, con cada pase, un olé.

En el tercero, el joven Julián se metió en un jardín y pisó todos los charcos, sin que ello fuera óbice para reconocerle un buen tercio de banderillas y una clara voluntad de arrimarse, ratificada en las lopecinas del sexto y en un serio muleteo al natural que fue a menos hasta conectar con los adornos, aplaudidos por su cercanía. Lo mató de un cañonazo.

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