Iverson, a la altura de Jordan

Allen Iverson, el escolta del Filadelfia, ha vivido esta semana dos de sus días más felices: el martes recibió el premio al jugador más valioso de la fase regular de la NBA y el miércoles sumó 52 puntos ante el Toronto en el quinto partido (3-2 a favor de su equipo) de su semifinal de la Conferencia Este. Sólo Michael Jordan había sido capaz de anotar más de 50 puntos en dos partidos de una misma serie en la fase final.

Iverson es el jugador más bajito, 1,83 metros, que ha recibido este premio. En Estados Unidos este dato ha sido repetido con insistencia. Existe la creencia de que un equipo empieza a construirse por arriba, en las alturas. Por esa razón, cuentan los sabios, Jordan no fue elegido número 1 del draft. Por eso, también, la gran mayoría de los mejores han sido pívots: Bill Russell, Wilt Chamberlain, Willis Reed, Kareem Abdul Jabbar... Pues, bien, Iverson ha roto esas dos premisas: fue número 1 del draft en 1996 y cinco años después ha sido elegido el mejor.

No hay nadie más decisivo para su equipo que Iverson. Vendado, infiltrado, con fiebre..., su presencia en el cinco inicial se antoja inexcusable para que el Filadelfia consiga la más insignificante victoria. Su hombro parece el de una momia. Su cadera renquea. En más de una ocasión no ha podido entrenarse por una bronquitis que le causa hemorragias. Pero su técnico, Larry Brown, y él saben que, en su ausencia, el cuadro se queda en casi nada. Ha sido el máximo anotador y el máximo recuperador de balones y casi en solitario está a punto de llevar a los Sixers a una final de Conferencia. 'El día más feliz fue cuando fui elegido en el draft, llegar a donde llegué desde donde vengo. Muchos de los compañeros habrían soñado con sólo llegar a sentarse en el banquillo de un equipo', ha reconocido.

Y de todo esto, según el propio jugador, la máxima responsable es su madre, Ann. Fue la primera en recibir la noticia de su premio: 'Esto nunca habría ocurrido sin ti'. Al día siguiente, David Stern acudió al First Union Center a entregar a Iverson su galardón. Ann, vestida con la camiseta de su hijo, bajó a la pista y plantó un gran beso en la mejilla de Allen, que quedó marcada por su lapiz de labios.

Un indulto salvó a Iverson de 15 años de carcel. Su comportamiento ha sido censurable. Amenazas de muerte a él y sus hijos, ataques a las mujeres y los homosexuales en sus letras de rap. Ante todo esto, su madre siempre ha estado a su lado. Ninguno de los dos se avergüenzan de decirlo: fueron pobres y no tenían para pagar los recibos del agua y la electricidad. Pero, a pesar de las dificultades, Iverson decidió ser jugador de baloncesto y cayó en los brazos de John Thompson, técnico de la Universidad de Georgetown y con fama de fabricar grandes pívots: Mourning, Ewing o Mutombo. Él fue quien le moldeó.

Qué mejor manera, ahora, de rubricar el premio que lograr 52 puntos delante del comisionado de la NBA, de su madre y de dos históricos de los Sixers, Julius Erving y Bill Cunningham, que más de una vez le han criticado.