Para nada
Los atentados terroristas de antes y después de las elecciones corresponden a la idea de que ese asunto es ajeno a ETA. No ha habido muertos, quizá por fallos o por avisos; les es igual, y la resonancia que les damos, grata para ellos, inevitable para nosotros, es igual. La palabra superviviente es también horrible: personas que han vivido y van a continuar acosadas, y sus familias, y sus próximos o paralelos, con el pavor continuo, o van a verse impulsadas a la huida, trasteadas, doloridas.
La ETA está destruida electoralmente: una reducción a la mitad en los votantes y en los elegidos si asimilamos EH y HB, como es habitual, a los asesinos, es una cifra muy seria. ¡Qué le importa! Si el resultado hubiera sido distinto hubieran seguido igual. La bomba que iba a matar o a herir a su enemigo designado (entre miles) ya estaba franqueada.
No parece que el resultado haya influido en los españolistas de la Constitución y el Estatuto. Cuando escribo, Aznar no se ha pronunciado en público, pero dicen que en el interior sostiene que esto es sólo el principio de la campaña para conseguir una alternativo en el País Vasco, y que todo consiste en seguir de la misma manera. Está en su temple, y podría leerse en él aquellas interpretaciones de la división política por el carácter humano. Son veletas que se quedan inmóviles aunque los vientos cambien.
Cuando a Franco le mataron a Carrero Blanco, nombró presidente del Gobierno al ministro del Interior Carlos Arias, que había fracasado en la prevención de ese atentado. Cuando Franco murió, Juan Carlos I volvió a nombrar a Carlos Arias, con Fraga y con Areilza y algunos más del búnker: las elecciones les dieron un manotazo. Los lógicos no pudimos comprender que Aznar, arquetipo de aquello, no hubiera aprendido nada y se empeñara en mantener a su ministro del Interior, Mayor Oreja, mientras no era capaz de impedir el terrorismo (el PSOE por lo menos pagó sus errores; pero ya no debe seguir pagando más), y han sido también las elecciones las que le han echado. Ah, pero queda Rajoy.
ETA sigue matando o intentando matar, y no hay nadie libre de la amenaza; Aznar y sus palabristas siguen creyendo que el enemigo es el PNV, que es igual que él (nacionalistas de dos nacionalismos, pero burgueses, religiosos, arcaizantes). Sospecho que, en el fondo, nada va a seguir igual y las gentes no van a ser las mismas. Ni unas ni otras.
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