No hubo puerta del Príncipe
El público se agolpó en la puerta del Príncipe con la esperanza de volver a ver a su ídolo salir a hombros. Pero Pablo Hermoso de Mendoza, que no había hecho méritos para tal honor, prefirió subir a una más que prosaica furgoneta y se perdió entre el gentío camino del hotel. El público, decepcionado, no entendía nada, como tampoco lo había entendido el presidente, reiterativo en su incompetencia, que otorgó dos orejas por una faena emocionante pero emborronada por graves fallos.
Es evidente que entre Hermoso y el resto de sus compañeros hay un largo trecho. Es un rejoneador que derrocha facultades, conocimiento, hondura y, una ilusión desbordante. Se ha ganado el respeto y el cariño de Sevilla con actuaciones clamorosas que lo han aupado al cetro del rejoneo. Incluso ayer, que no tuvo su día, formó un alboroto, y el público, benévolo siempre y ajeno al conocimiento y la exigencia, se lo pasó en grande.
Murube / Seis rejoneadores
Toros desmochados para rejoneo de Murube, blandos y descastados. Joâo Moura: vuelta. Javier Buendía: vuelta. Leonardo Hernández: vuelta. Luis Domecq: ovación. Pablo Hermoso de Mendoza: dos orejas. Antonio Domecq: vuelta. Plaza de la Maestranza, 6 de mayo (mañana). 17ª corrida de feria. Lleno.
Murmullos de expectación recorren la plaza cuando se abre la puerta de cuadrillas y una ovación le da la bienvenida. A partir de ahí Hermoso de Mendoza pone toda la carne en el asador. Recorta al toro de salida en un palmo de terreno, cita de lejos para quebrarlo antes de colocar rejones de castigo, cambia los terrenos corriendo al toro de costado en verdaderos alardes a lomos del famoso caballo Cagancho, pone banderillas de frente, y toda su labor queda impregnada de una sensación de dominio y de emoción. Pero en esta ocasión pasó en falso en dos ocasiones, falló estrepitosamente dos pares de banderillas y no acertó al matar.
Le acompañaban cinco rejoneadores que parecían encorsetados y con la moral por los suelos. Moura no se despeina. Buendía estuvo anodino. Hernández, inseguro y vulgar, emocionó con el único par a dos manos de la mañana. Los hermanos Domecq parecen estancados en un rejoneo por el que ya no sienten ilusión.
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