El catalán sufre dos nuevas caídas y ya suma 60 en su carrera

Carlos Checa se cayó dos veces en los entrenamientos de ayer. Fueron la segunda y tercera en lo que va de temporada dentro de un gran premio. Una vez más, demostró dos características que le han acompañado siempre en su trayectoria en el Mundial: una cierta facilidad para caerse y, al mismo tiempo, una robustez a prueba de bombas. Desde que debutó en 1993, sobre una Honda de 125cc, hasta ahora, se estima, aunque los cálculos son difíciles, que ha protagonizado unas 60 caídas. Su cuerpo, como les ocurre a muchos de sus colegas, está trufado de cicatrices.

La más aparatosa le recorre el torso de arriba a abajo y le recuerda cada día lo mal que lo pasó en el verano de 1998. Un brutal accidente en Donington Park durante los ensayos para el Gran Premio de Gran Bretaña puso su vida en peligro como consecuencia del coágulo que se le formó en el cerebro después de la extirpación del bazo. Aquel episodio le convirtió en un héroe, sobre todo por la manera en que se recuperó y volvió a estar encima de la moto en sólo unas semanas, cuando los médicos habían hablado de seis meses.

El accidente de Inglaterra fue el peor de su vida, aunque antes también se había roto algunos huesos en las extremidades, una lesión muy habitual entre los pilotos de moto. Sin embargo, ha sido en los tres últimos años cuando este piloto catalán de 28 años se ha labrado la reputación de caerse demasiado a menudo.

Desde que fichó por Yamaha al principio de la temporada 1999, su adaptación a las características de esta moto ha sido muy difícil y le ha llevado a forzar los límites, provocando numerosas caídas. Donde otros pilotos hubieran preferido quedar octavos sin arriesgar, Checa ha mantenido el valor y las ganas de triunfar aún a costa de ir muchas veces por los suelos, tantas como 33 desde principios de 1999. Las de ayer en Jerez, sobre todo la última, ponen en duda hasta última hora la participación del noi de Sant Fruitós de Bages (Barcelona) en el Gran Premio de España de hoy.