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Espléndido Sant Jordi

Escritores y lectores toman las calles en un Día del Libro que registró un importante aumento de ventas

Cataluña vivió ayer una Diada de Sant Jordi, día del libro y de la rosa, marcada por el signo más. Más sol, más ciudadanos en las calles, más escritores firmando libros, más entusiasmo, más colas, más ventas de libros y más repartidas. A media tarde, la sensación en el Gremio de Libreros era de euforia y se señalaba que el aumento de las ventas era de entre un 5% y un 7% respecto al del año pasado, en que la celebración quedó un poco deslucida porque coincidió con el éxodo de Semana Santa.

Después de unos días de frío invernal, el tiempo se conjuró ayer para que la fiesta alcanzara todo su esplendor. Fue un día primaveral en el que todo el mundo parecía estar más guapo, más feliz y más generoso, hasta en las aglomeraciones que se viven habitualmente en La Rambla y en la plaza de Catalunya de Barcelona, principales focos de la fiesta. Los escritores, por supuesto, iban de un puesto de venta a otro mucho más ajetreados que el resto de los ciudadanos. Para muchos de ellos, la jornada empezó en el hotel Regina, que desde el año pasado convoca un multitudinario desayuno literario. Ahí, un Fernando Marías expectante esperaba con buen humor el encuentro con los lectores: 'Lorenzo Silva me ha contado que es una auténtica locura, difícilmente explicable', decía el premio Nadal 2001. Algún que otro autor calificó la jornada de 'delirante'. No es para menos, puesto que en un solo día se concentra el 10% de las ventas anuales de libros.

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En el mismo hotel se juntaron, entre otros Lola Beccaría, Jaume Cabré, Màrius Serra, Maria Antònia Oliver, Jordi Coca y Lucía Etxebarría, que a última hora eran dos de los autores más vendidos. A partir de ahí, los autores invadieron la ciudad. O, mejor dicho, se tuvieron que multiplicar en miles de sitios para dejarse invadir por los lectores. Algunos con resignación -la promoción es la promoción-, pero la mayoría con placer.

Una sonriente Elena Poniatowska, la escritora mexicana que ha ganado el último Premio Alfaguara de novela, firmó una buena cantidad de ejemplares de La piel del cielo a pesar de ser casi una desconocida en España. Era la primera vez que asistía a una Diada de Sant Jordi: 'Estoy deslumbrada. Sobre todo porque ahora en mi país se quiere introducir un impuesto sobre el libro que va a matar a las editoriales pequeñas y reducirá el número de lectores'.

Las ventas estuvieron muy repartidas, pero el Gremio de Libreros configuró a media tarde una lista provisional en la que figuraba una vez más el humorista Andreu Buenafuente, que ayer no acudió a firmar ejemplares de su última entrega de monólogos, Hem de parlar, después de los arrebatos multitudinarios que provocó el año pasado; Eduardo Mendoza, que se hinchó de firmar ejemplares de La aventura del tocador de señoras; Lucía Etxebarría, que hizo lo propio con De todo lo visible y lo invisible, y Quim Monzó, con los cuentos de El millor dels mons, quien, diplomático, restó importancia a este tipo de clasificaciones que convierten el mundo del libro 'en una especie de Festival de la OTI'. José Luis de Vilallonga, Maria de la Pau Janer, John Le Carré, J. K. Rowling con su serie protagonizada por el pequeño brujo Harry Potter y la última entrega de las aventuras de Astérix y Obélix, quienes aparecieron encarnados en una performance rampante por las calles, no se quedaron atrás.

Pero, quien más quien menos, la mayoría de los autores que pasaron por Barcelona provocaron notables embotellamientos: Antonio Gala, Maruja Torres, Manuel Rivas, Jesús Moncada, Imma Monsó, Josep Maria Espinàs, Francesc Escribano, Baltasar Porcel, Francisco Ibáñez... Como viene siendo habitual, la distribución de autores en las casetas habilitadas para el ritual de la firma dio pie a estampas extrañas, aunque, como reconoció Monzó, la mayoría de las veces uno no se da ni cuenta de quién tiene al lado. En un solo día Barcelona vio desfilar a escritores de los llamados literarios junto a actrices como Sara Montiel, Florinda Chico y Mary Carrillo. A fin de cuentas, el de Sant Jordi es un día especial en el que, como dijo el escritor aragonés Félix Romeo, 'si no existiera, se quedaría sin vender ese 10% de libros'.

Numerosos ciudadanos colapsaron el centro de Barcelona para comprar libros.
Numerosos ciudadanos colapsaron el centro de Barcelona para comprar libros.CARLES RIBAS

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