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EL PRECIO DEL DINERO

La inesperada bajada de tipos de EE UU dispara las bolsas

El recorte de medio punto acordado por la Reserva Federal, el cuarto desde el inicio del año, dispara las bolsas

La Reserva Federal de EE UU bajó ayer de forma inesperada los tipos de interés medio punto hasta el 4,5%, el cuarto recorte del año, en una demostración de que el banco central estadounidense está dispuesto a forzar la política monetaria al máximo para reanimar el crecimiento de la economía. La decisión de Alan Greenspan provocó una subida espectacular de todas las bolsas, con el Dow Jones y el Nasdaq a la cabeza.

La baja inflación de marzo (0,1%) y el descenso del déficit comercial (un 18,8%), con una fuerte caída de las importaciones, permitieron que el todopoderoso presidente de la Reserva Federal sorprendiera a los mercados con la decisión de bajar los tipos y poner bajo presión al BCE para que siga sus pasos.

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Los problemas de la economía estadounidense se contemplan con menos pesimismo tras la jornada de ayer. Primero, porque se publicaron datos que, sin ser buenos, indicaban que el espectro de la recesión se mantenía lejano. Y segundo, porque Alan Greenspan demostró que no había perdido su celebrada magia y que estaba dispuesto a forzar la política monetaria todo lo necesario para recuperar un buen nivel de crecimiento. La Reserva Federal bajó por sorpresa medio punto los tipos de interés, hasta el 4,5%, y las bolsas desbordaron euforia. El índice Dow Jones registró una de las mayores subidas de su historia y cerró con un alza del 3,91%, mientras el Nasdaq se disparó un 8,12%. Se trata de la cuarta bajada de tipos desde el inicio del año.

En los transbordadores que acarrean cada mañana hasta Wall Street a miles de ejecutivos, gestores, agentes y administrativos se respiraba ayer, temprano, un ambiente optimista. Los periódicos y las pantallas bursátiles (en las pequeñas naves se puede consultar cómo han funcionado los futuros durante la noche) ofrecían datos tranquilizadores. El índice de precios al consumo de marzo ya se conocía, un moderado 0,1%, pero no el comentario de William Poole, presidente de la Reserva regional de Saint Louis: 'La baja inflación nos deja un enorme margen para responder a la actual situación económica'. La interpretación era clara: se pueden seguir bajando los tipos sin problemas.

Otros indicadores recién aparecidos resultaban igualmente balsámicos: el índice federal de producción industrial subió un 0,4% en marzo, gracias a la aparente recuperación de la industria automovilística; y la construcción de viviendas se mantenía en niveles muy similares a los de un año atrás, en pleno boom. El empleo neto había caído por primera vez en casi 11 años y el desempleo había subido hasta el 4,3%, pero ese dato tampoco sugería que la crisis se acercara a niveles recesivos.

Menos importaciones

Cuando los pobladores de Wall Street llegaron a sus oficinas, un nuevo dato acaparó toda la atención. El déficit comercial de febrero había sido de 26.990 millones de dólares (cinco billones de pesetas), muy por debajo de los 33.250 alcanzados en enero que marcaron máximo. Un recorte del 18,8%, extraordinario. Una buena noticia, aunque sus causas fueran malas: las empresas estadounidenses importaban menos, un 4%, porque vendían menos y tenían ya mucha producción almacenada. Las exportaciones, sin embargo, subían un 1%. La caída del déficit sugería que la economía estaba adaptándose a la nueva situación de menos crecimiento, y eso encajaba con la actitud mental de los inversores, también más habituados a la estrechez de beneficios. El martes, cuando Cisco Systems anunció un grave empeoramiento de sus resultados, nadie se alarmó demasiado. La situación general, sin ser buena, era fluida. Podía darse por seguro que la Fed iba a esperar a su próxima reunión ordinaria, prevista para el 15 de mayo, para seguir abaratando el dinero.

Los índices bursátiles estaban subiendo con rapidez cuando los monitores se iluminaron con la señal de una noticia urgente: la Reserva Federal bajaba los tipos medio punto. En menos de cuatro meses, el interbancario a 24 horas, el tipo de referencia, había bajado desde el 6,5% hasta el 4,5%. Las bolsas se desbordaron como champán y más de 3.000 millones de acciones cambiaron de manos, en una sesión digna de los mejores tiempos. Los mercados europeos no llevaron la contraria a la euforia estadounidense. La Bolsa de Madrid subió un 2,61%, y el Ibex un 2,85%, en sintonía con las ganancias en Londres (un 2,24%), París (3,07%) y Francfort (3,86%).

El presidente de la Fed había convocado a los miembros del Comité Federal del Mercado Abierto (él mismo, los gobernadores y cinco de los 12 presidentes regionales) a Washington a las 8,30 y había alcanzado un consenso inmediato.

En el momento oportuno

Greenspan tuvo la astucia de elegir un día positivo en las bolsas, para que nadie pudiera acusarle de ejercer como salvavidas de los inversores, y de efectuar el anuncio cuando absolutamente nadie lo esperaba. Siempre se ha dicho que los mercados no pueden competir con la Reserva Federal. En cualquier caso, está claro que nunca podrán competir con Greenspan, un hombre que conoce igual de bien los mecanismos de Wall Street (donde hizo su fortuna) y los resortes de Washington, donde ha trabajado desde la presidencia de Richard Nixon.

El descenso de tipos fue acompañado, como de costumbre, por una nota explicativa. Y la nota, como de costumbre, llevaba el sello de la prosa retorcida de Greenspan. La declaración de la Fed daba cuenta primero de lo bueno: 'Una reducción significativa de los inventarios parece avanzada; el consumo y el gasto en vivienda han aguantado razonablemente bien'. Después, lo malo: 'La inversión de capital ha seguido debilitándose y la persistente erosión de los beneficios, presentes y futuros, en combinación con una creciente incertidumbre sobre las perspectivas de los negocios, parece impedir que la inversión de capital progrese'. La nota también citaba el 'posible efecto de la disminución de la riqueza en acciones sobre el consumo' y 'el riesgo de un menor crecimiento en el extranjero', que amenazarían con mantener 'un ritmo inaceptablemente débil en la actividad económica'. Concluía con la frase ritual que repite desde enero, cuando la época de crecimiento salvaje se dio por concluida y, con ella, las tensiones inflacionarias: lo más preocupante siguen siendo 'las condiciones que pueden generar debilidad económica en el futuro previsible'. Eso significa que la Reserva Federal se mantiene dispuesta a seguir bajando los tipos, porque la inflación no forma parte ya de la ecuación principal.

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