De la herencia al liderazgo
Fue durante mucho tiempo Rafael del Pino hijo hasta que en julio del año pasado ocupó el despacho de la presidencia de Ferrovial que le cedió su padre, Rafael del Pino y Moreno, tras 48 años al frente la constructora que él mismo fundó en los años cincuenta.
Rafael del Pino y Calvo-Sotelo no se limitó a recibir una fabulosa herencia de manos paternas, porque fue uno de los principales artífices de que la antigua empresa familiar se codeara con las grandes del sector acometiendo desde 1992 una profunda renovación de la empresa, tanto de personas como de objetivos, desde su cargo de consejero delegado.
Decir que se tuvo que sudar el puesto no es, en este caso, un tópico, ya que este madrileño de 42 años inició su carrera profesional en la empresa supervisando obras en el desierto de Libia, a donde le llevó su vocación de ingeniero de Caminos. Desde entonces han transcurrido 20 años en los que, tras el paso obligado por Estados Unidos para lograr el MBA de rigor, ha tenido que desempeñar todo tipo de cargos hasta que su padre consideró que 'estaba listo para liderar la casa'.
No le gusta aparecer en los periódicos ni ser objetivo de las cámaras aunque, paradójicamente, la fotografía sea una de sus aficiones favoritas y su principal vía de escape junto a la música. Primogénito de cinco hermanos, con dos de los cuales comparte sillón en el consejo, ha sido protagonista de los principales hitos que ha vivido la constructora en los últimos años, como la salida a Bolsa y la apuesta por la internacionalización que ha permitido llevar el nombre de Ferrovial a mercados tan difíciles como EE UU o Reino Unido, o tan exóticos como Polonia. Cuando se va a cumplir su primer año al frente de la compañía, no parece conformarse con haber convertido a Ferrovial en la primera constructora española ni del reconocimiento unánime de su capacidad de gestión. De hecho, ya todo el mundo le conoce como Rafael del Pino a secas, sin añadidos de parentesco.
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