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Maragall afirma que el reto de la inmigración se dirime en 30 barrios populares

En su calidad de líder de la oposición que abriga razonables esperanzas de gobernar en Cataluña dentro de unos años, Pasqual Maragall explicó ayer el enfoque que a su juicio debe darse a los retos planteados por la inmigración extranjera. En particular, señaló que la batalla por la integración de los inmigrantes se libra en unos 30 o 40 barrios populares, en los que dijo que deben volcarse todos los recursos y que sean necesarios para lograr que sea un éxito. Si hace, falta atribuyendo financiación específica para ello a las comunidades autónomas.

'Si a la fractura social que viven algunos barrios le añadimos ahora una fractura que se pueda justificar por razones étnicas, el resultado puede ser explosivo', dijo el ex alcalde de Barcelona. Maragall hablaba ante unas 250 personas que acudieron al auditorio de Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona invitados por el grupo parlamentario del PSC-Ciutadans pel Canvi.

Los socialistas llevan tiempo detectando en los municipios donde gobiernan que la presencia de un creciente número de inmigrantes extranjeros requiere la aplicación de políticas específicas para promover su integración. Pero no sólo en los barrios. Habría que reducir las dificultades burocráticas con que tropiezan para integrarse. Y una forma de hacerlo sería suprimir el permiso de trabajo. 'Con el de residencia ya basta', dijo.

Lo lógico, afirmó, es que en unos años Cataluña pase del 3% de inmigrantes extranjeros al 7% en que está la media europea. Ante estas expectativas se declaró partidario de aplicar el modelo de 'integración intensiva', que se sigue en Holanda, por ejemplo. Es decir, explicación detallada de derechos y deberes, cursos intensivos de idiomas, conexión con personas de su comunidad de origen, introducción al barrio donde vayan a residir. Incluso dar solemnidad al acto de empadronamiento, que es la primera integración oficial.

La otra cara de la política de 'integración intensiva' de los inmigrantes extranjeros que Pasqual Maragall propone es que éstos 'deben aceptar el cuadro de valores' de la sociedad que les acoge. Y en especial, señaló, la 'aconfesionalidad del Estado y la igualdad del hombre y la mujer' a todos los efectos sociales y legales. Esto debe ir acompañado, además, precisó, de una actitud en la que quede bien claro que en un Estado aconfesional 'no se permite el desprecio de la religión, tampoco de la católica, que es la mayoritaria'.

Maragall sostuvo de entrada en su conferencia que a su juicio los valores de la igualdad, la cohesión y la convivencia que hay que preservar son perfectamente compatibles con la existencia de población inmigrada. Lo cierto es, admitió, que se carga sobre las capas de población que disponen de menos recursos de todo tipo la labor de integrar a los inmigrantes. Pero no son los últimos en llegar quienes tienen capacidad para acabar con los valores de una sociedad, afirmó.

La cohesión social es un bien muy delicado, advirtió, y por esta razón calificó de 'irresponsable y mezquino' que personas y grupos con responsabilidades públicas, o con un elevado grado de influencia social y mediática, 'arrojen gasolina al fuego' de las dificultades sociales existentes en algunos puntos del país donde se concentran inmigrantes extranjeros. Y les censuró que hagan 'cálculos inconfesables' sobre la posible rentabilidad electoral de 'apelar irracionalmente a los miedos y los sentimientos más primarios' de la población que se halla en situación más débil o desinformada.

Esta fue la única alusión a las polémicas desatadas por las declaraciones de Marta Ferrusola -esposa del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol- y del ex presidente del Parlament y ex líder de Esquerra Republicana Heribert Barrera.

El tono fue, sin embargo, de modestia y responsabilidad política. Maragall sostuvo que la inmigración es un asunto que debe dejarse al margen de la lucha electoral y partidista y apeló a que se actúe por consenso. Si se hace lo que propone, afirmó, los barrios populares 'se convertirán en máquinas de integrar', y se conseguirá que el multiculturalismo sea esa cosa maravillosa que puede ser. Y no, advirtió, esa cosa 'terrible' que puede ser si fracasa.

Todo esto contando, precisó también Maragall, con que la capacidad de integración del país no es ilimitada y que por tanto debe haber un acertado control de los flujos inmigratorios.

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